Pedro Sánchez visita a los policías heridos en un hospital barcelonés. De inmediato, los sanitarios -sí, los que curan- le sacan pancartas con aquello de “libertad para los presos políticos”. Si yo fuera un familiar de un policía interesado, no me fiaría mucho de esos curadores ni de esos cuidadores.

Pero, al mismo tiempo que realiza ese viaje electoral -a lo mejor los policías querían más medios y menos visitas- la vicepresidenta, Carmen Calvo, ordenaba a la policía que Pablo Casado no pudiera llegar hasta la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, asediada días atrás por los vándalos indepes. Sí, vándalos indepes.

¿En qué quedamos? La oposición tiene que apoyar al Gobierno mientras el Gobierno utiliza el conflicto para ganar votos (a lo mejor para perderlos).

Repitan conmigo: el problema de España no es Cataluña, es Sánchez.

Chile advierte al mundo: hay que acabar con el Estado del Bienestar y volver a la propiedad privada pequeña

En el entretanto, la propia Carmen Calvo alardea de que va a derrotar a Franco en 2019, cuando lleva 43 años muerto. Ya saben: a moro muerto, gran lanzada.

Lo de Franco es una excusa: con la exhumación en el Valle de los Caídos ha comenzado una nueva persecución en España, basada en la profanación de templos y en una nueva desamortización. Es decir en el nuevo robo a la Iglesia.

Calvo, siempre económica con la verdad, asegura que Cuelgamuros es una propiedad pública, es decir, que puede hacer lo que quiera.

Pues no: es cierto que es público pero también es un templo católico y los acuerdos entre España y la Santa Sede dicen que en el interior de los templos manda la Iglesia, no el Estado, ¿O es que es legal que un guardia armado profane el Santísimo Sacramento o las tumbas insertas en una basílica?

La esencia maligna del Brexit: en las pequeñas poblaciones británicas, los ingleses no saludan a los europeos residentes

Al otro lado del océano, Chile advierte al mundo: hay que acabar con el Estado del Bienestar y volver a la propiedad privada pequeña.

Porque los 11 muertos, hasta el momento, en Chile fueron por algo tan simple como la subida del precio del suburbano, es decir, por una reducción de las subvenciones públicas al metro. O sea, que lo que Chile le está diciendo al mundo es que el Estado del Bienestar no se sostiene: es imposible sostenerlo. Hay que volver a la sociedad del bienestar y de la justicia, que premia el esfuerzo y el mérito de particulares y familias.

Hay que acabar con el mantra de que el Estado cuida de ti desde la cuna a la tumba. Sencillamente, en una sociedad envejecida, eso no es posible. Para entendernos: hay que acabar con las subvenciones públicas, que son un injusticia de suyo. El mundo lleva sesenta años en la socialdemocracia: hay que evolucionar hacia el liberalismo. No de grado, sino por fuerza: la lechera no da para más.

La actualidad se contempla con la esencia maligna del Brexit: me cuentan que en una pequeña población inglesa, pro-Brexit total, los ‘indígenas’ británicos no saludan a los extranjeros residentes. Se han convertido en los enemigos.

Este es el verdadero problema del Brexit, no si la libra y la bolsa londinenses caen un 10 o un 20%. Lo que pasa es que la información que recibimos viene de Londres, bastión anti-brexit, de las estupideces de David Cameron o Boris Johnson, no del resto de Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte (y Gibraltar). Ese es el problema.