Hoy lunes se reúne la Junta Directiva Nacional del Partido Popular en la calle Génova de Madrid, para decidir cuándo se celebra el Congreso que decidirá quién es el sustituto de Mariano Rajoy.

Los partidos se convierten en maquinarias de mantenimiento del poder que se reproducen por cooptación. Por eso, en los ambientes cristianos del PP (sí, alguno hay) ha surgido la idea de que ni Núñez Feijóo, ni Sáenz de Santamaría, ni Cospedal, ni Ana Pastor, significan otra cosa que más marianismo, además de cuatro progresistas de derechas que perpetuarán el acomplejamiento de la derecha pepera española. Y así, la maquinaria del PP pide continuidad, una candidatura única donde los líderes marianistas se perpetúen en el sillón.

Es el momento de terminar con el aznarismo y con el marianismo. O sea, con la derecha cobarde e incoherente

En definitiva, la idea, de la que participa el reducido, y expulsado, grupo de diputados provida así como media docena de exministros, alguno de ellos sinceramente arrepentidos de su incoherencia durante sus pasados mandatos, ha surgido la idea de que el PP necesita un líder católico y no contaminado por el marianismo, sin ataduras ni ligazones con la actual dirección. Mejor que tenga experiencia de Gobierno pero ahora es más importante su independencia que su experiencia. Además, no pasaría nada porque ese líder hubiera trabajado fuera de la política, incluso que viniera de fuera del partido, del mundo empresarial o cultural. Es lo que han hecho en Italia.  

Este es el momento, con un Mariano Rajoy que se ha ido con elegancia, hay que reconocerlo, pero que deja todo un equipo quemado y engolfado en el poder. Sería el momento de la renovación, Sin embargo, qué buscan: una candidatura unitaria para perpetuar a los de siempre. Cuando alguien pretende seguir en la poltrona reclama unidad y estabilidad. Lógico, pero no justo.

Un político católico no tiene que tener mucha santidad sino mucha coherencia y pocos complejos

Y ojo, no se trata de que ese líder católico tenga mucha santidad (tampoco sobraría) sino que tenga pocos complejos para devolver al PP a los principios cristianos de los que surgió la derecha española y que ha abandonado con cobardía: primero el aznarismo, luego el marianismo. Que el PP regrese, en suma, a los valores no negociables: vida, familia, libertad de enseñanza, ben común… y yo añadiría un quinto: defensa de la Iglesia.

Y tampoco pasaría nada porque ese líder católico viniera del sector privado, de fuera de la política. Resultaría un contrapunto a Pedro Sánchez, un político profesional, sin experiencia en la esfera privada, donde impera, al menos más que en la pública, la meritocracia.