• Un informe pericial asegura que sufre delirios de grandeza y distorsiona la realidad.
  • El juez ha paralizado la primera de las nueve causas a las que se enfrenta.
  • Si un segundo pericial ratificara su disfunción mental, no se le podría imputar.
  • A la vicepresidenta del Gobierno no le va a gustar.
En 2014 el Pequeño Nicolás fue detenido y trasladado a los calabozos de la Plaza de Castilla. Era el comienzo de nueve procesos, por suplantación de personalidad y un montón de cargos más. El médico que le atiende deja escrito en su informe que el retenido puede estar afectado por un delirio de grandeza y que tiende a desvirtuar la realidad. Pero nadie se fijó en esa petición forense. ¿Para qué? Salvo el Francisco Nicolás Gómez Iglesias y su equipo de abogados. De hecho, casi cuatro años después, cuando en la mañana del miércoles 31 de enero de 2018 se produce la primera de las nueve vistas en las que se encuentra incurso Francisco Nicolás Gómez Iglesias, surge la sorpresa. Su abogado presenta el informe al que se ha añadido una pericial psiquiátrica, que confirma la sospecha: según el informe médico Nicolás desvirtúa la realidad. Traducido: que es inimputable y posee eximente total. Así que los altos cargos de los espías españoles y la docena de policías que  iban a testificar contra el Pequeño Nicolás se quedaron con las ganas. La Fiscalía solicitó una segunda pericial pero el juez, así al pronto, y ante el fiasco del primer informe y solicitud médica, no atendida, ha decidido suspender la sesión. Y ahora, háganse cargo de la magnitud del conflicto: desde la Vicepresidencia, Soraya Sáenz de Santamaría movía todas sus influencias para que se diera un escarmiento con aquel adolescente engreído que se hizo pasar por un alto cargo de la Seguridad del Estado e incluso miembro de su propio equipo. Pongamos que el Pequeño Nicolás sale libre de los nueve pleitos presentados contra él. A doña Soraya le puede dar un patatús. Eulogio López eulogio@hispanidad.com