El importe de las ampliaciones de capital hasta noviembre ha supuesto 9.367 millones de euros, menos de un tercio de lo captado durante el mismo periodo de 2017. ¿Qué implica esto? Que la bolsa, lejos de intensificar su cometido originario, sirve cada vez más para la especulación pura y dura.

Porque la bolsa nació para que las empresas captaran el dinero necesario para afrontar nuevas inversiones, expandirse por nuevos mercados… en definitiva, para crecer. Es el mercado primario. La contrapartida de las compañías era, y sigue siendo, el pago de dividendos. A partir de ahí entramos en el mercado secundario, esto es, en la compra-venta de acciones, un mercado especulativo que no beneficia a las compañías, más allá de la cotización de sus títulos.

El retroceso no ha sido exclusivo de España. Según el informe anual de BME, las salidas a bolsa hasta el tercer trimestre han caído un 53% en Europa respecto al mismo periodo de 2017. De hecho, durante los pasados meses de julio, agosto y septiembre se registraron los volúmenes de colocación más bajos de los últimos años, con gran número de operaciones previstas canceladas. La incertidumbre de los mercados ha sido, sin duda, la protagonista.