En teoría el Pacto Mundial de Empresas (ver aquí) no es más que un banderín de enganche de Naciones Unidas, un llamamiento a todas las empresas privadas del mundo, para difundir –eso sí, por la fuerza, ahora explicaré cómo– los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), los nuevos mandamientos laicos de Naciones Unidas.

Ahora bien, loos puntos 3 y 5 de los ODS (Salud y Bienestar e Igualdad de Género) promueven el antinatalismo y el aborto. Lo hacen bajo el eufemismo favorito de la ONU y de todos sus organismos satélites para referirse a la eliminación, química o quirúrgica, de los niños no nacidos en el seno de sus madres. Ese eufemismo se llama: “salud sexual y reproductiva”.  También se se habla de acceso a métodos de regulación de la natalidad, sin especificar cuáles... pero siempre bajo el paraguas de la ideología de género.

Moviola: los puntos de los ODS que resultan inaceptables para todo defensor de la persona, desde su concepción hasta su muerte natural, pues fomentan todo tipo de abortivos, son los mencionados 3 y e5. El tercer punto habla de salud y bienestar, (ver aquí) con referencia expresa a la salud sexual y reproductiva, es decir, al uso de abortos y esterilizaciones masivas.

El quinto es peor. Se refiere a igualdad de género (ver aquí). Bajo este eufemismo, -quién podría negarse a la igualdad- se da un paso más  de caráctr liberticida, pues exige, tnción, “garantizar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva”, es decir, exige ¡garantizar el llamado derecho al aborto! Y, naturalmente, los provida, los defensores de la persona desde la concepción hasta la muerte natural, se convierten en totalitarios que actúan contra un derecho humnao y, por ello, pasan a ser perseguibles. El mundo al revés. De hecho, Nacionas Unidas prepara otra declaración en la que los postulados de la Iglesia en dfensa de la vida se convierten en atentados contra el nuevo orden mundial de derechos humanos, conta el nuvo paradigma, y, por tanto, deben ser persguidos.

Por supuesto, la Iglesia católica se opuso, con estas mismas advertencias, a la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (antiguos Objetivos para el Milenio), de los que el Pacto Mundial de Empresas, tal y como la propia ONU asegura, no es sino el desarrollo natural para las compañías privadas.

Invocando el Pacto Mundial, las empresas que lo han firmado obligan a sus proveedores a asumir su contenido… o se quedan sin ingresos

Por tanto, la conclusión es obiva: la empresa que se comprometa con el Pacto Mundial de Empresas (PME) se está comprometiendo con la promoción del aborto y el infanticidio en el mundo. La cuestión también es obvia: ¿qué se le ha perdido a las compañías privadas en esta mariachi? ¿Puede traerles algún bien?

Como periodista económico, he tenido ocasión de comprobar que pocas empresas son conscientes de la barbaridad que estaban firmando. Naciones Unidas y de más gobiernos miembros (como los españoles de Rodríguez Zapatero y ahora el de Pedro Sánchez) colaboran como entusiasmo en el engaño. Y así, para la mayoría, no ya de las personas, sino de las empresas firmantes del tal Pacto Mundial de Empresas, estos puntos no son más que una parte de un muy loable y filantrópico compromiso corporativo con el medio ambiente, los derechos sindicales, la lucha contra la corrupción y demás objetivos loables o, al menos, políticamente correctos. Sí, también se compromete con cuestiones nobles, como la lucha contra la corrupción y la defensa del medio ambiente, pero va todo –interesadamente– nserto en el mismo paquete.

Y ahora viene la segunda parte, bastante más peligrosa. Las empresas firmantes del PME obligan a sus proveedores a cumplir con ese pacto. La terminología se las trae, porque se exige el cumplimiento íntegro del Pacto. Si no se hace, se rompe el contrato. ¿Puede alguien obligarme a actuar contra mis convicciones? Según la ONU, sí.  

Traducido: o apoyas el aborto o no podrás facturarnos. Ergo, en no pocas ocasiones, tendrás que cerrar tu empresa o, simplemente, te arruinarás. Un chantaje global que sólo se evita cuando unos y otros, grandes y pequeños, hacen caso omiso de la barbaridad y la norma queda en papel mojado. Pero con los compromisos o las normas incumplidas siempre ocurre lo mismo: cuando no me interesan, me olvido de cumplir la injusticia, pero cuando me interesan, puedo usarlo como palanca para aniquilar, por ejemplo, al discrepante.

El truco consiste en ligar la “salud sexual y productiva” (es decir, el aborto) a objetivos generalmente aceptados como nobles, como la defensa del medio ambiente o la promoción de la mujer

Y si esto es así, ¿por qué pasa inadvertido y no sale a la luz como lo que es: un escándalo liberticida y un chantaje de alcance global? Porque han vuelto los lapsi.

¿Quiénes eran los “lapsi”? Pues eran los cristianos del Imperio Romano que en tiempo de persecución no dudaban en sacrificar su fe a los dioses para librarse de la muerte. A fin de cuentas: ¿a quién podía ofender que echaran un poco de incienso en sacrificio al jefe del Estado considerado como un dios, cuando todos sabían que no era Dios y que aquel gesto sólo era servidumbre ante el poderoso y no reconocimiento de su deidad?

Sin embargo, para el cristiano era justamente eso: reconocer a un hombre como Dios, cosa incompatible con la gloria debida al único Dios: Cristo.

El gran engaño de Naciones Unidas es posible gracias a grandes empresas que no saben lo que están firmando, a pequeñas empresas que, o que tampoco saben lo que están firmando o, si lo saben, miran para otro lado con tal de conseguir el contrato y no perder facturación.

Gracias, también, a un público y a unos consumidores, los que marcan la reputación corporativa de las grandes multinacionales, que no saben de qué va la cosa o que ni se preocupan por saberlo.

Ojo, pero la coacción de la ONU sobre toda la sociedad para imponer el aborto obligatorio permanece. Así es como se hieren las conciencias y, cuando se hieren las conciencias, la persona se vacía, se cosifica. Y la herida de la conciencia se llama incoherencia. Y de la misma forma que se vacían las empresas se desprestigian las corporaciones.

Harían bien las empresas privadas en no firmar el Pacto Mundial de Empresas (PME), un decálogo liberticida, mientras no ocurran dos cambios que hasta el momento no han dado:

  1. El Pacto Mundial de Empresas (PME) no puede tener carácter obligatorio para quien no lo ha firmado o para quien disiente de él.
  2. Mientras el PME no se desvincule de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) que unen, a proyectos muy loables, el aborto obligatorio, con el eufemismo habitual de la protección de la salud sexual y reproductiva o de la garantía del acceso a abortivos por parte de la mujer.

Como decía recientemente la senadora y feminista italiana Paola Binetti: la mujer no debe permitir que le roben la maternidad. Las empresas no deben permitir que les tomen el pelo