Según datos publicados este martes por el Banco de España, la demanda de crédito de empresas y hogares se redujo en el tercer trimestre, algo que no sucedía desde el año 2013. No se salva nadie. La caída afecta tanto a sociedades como a hogares, en su doble vertiente: créditos hipotecarios y de consumo.

Me dirán que la incertidumbre política y económica ha pesado mucho en el parón, y es cierto, pero también lo es el hecho de que el BCE lanzó sus medidas con el objetivo de favorecer que los bancos prestaran liquidez a familias y empresas y, éstas, a su vez, estimularan la economía nacional. Nada de esto ha funcionado.

Ni la inyección de liquidez ni los tipos de interés negativos -el dinero barato- han servido para relanzar la economía. De hecho, los bancos nunca se han quejado de la falta de liquidez sino de la falta de solvencia de empresas y hogares. Demasiado riesgo para tan poco beneficio. En definitiva, el presidente saliente del BCE, Mario Draghi, ha fracasado y, por lo que parece, su sucesora, Christine Lagarde, no hará demasiados cambios cuando tome posesión de su cargo, el próximo uno de noviembre.