El fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, presentó lanoche del lunes su dimisión, después de que cuatro mujeres explicaran que las agredió sexualmente. Durante estos meses se ha postulado como un defensor aguerrido de la causa del movimiento #MeToo y un animador incansable de que las mujeres se atrevieran a denunciar los abusos y el acoso, informa La Vanguardia.

Una vez más ha sido de The New Yorker el que ha destapado el asunto. En esa ocasión, a la firma de Ronan Farrow le acompaña la de Jane Mayer. Esta prestigioso e histórico magazine ganó recientemente, junto al The New York Times, uno de los premios Pulitzer por desvelar el pasado octubre la acciones depredadoras del todopoderoso productor Harvey Weinstein.

Schneiderman cogió el liderazgo en la causa contra Weinstein y se convirtió en un abanderado de la causa, hasta el punto que ha recibido elogios y reconocimientos por su labor en defensa de las mujeres.

Sin embargo, parece que todo era un castillo de naipes. Dos mujeres, con nombres y apellidos -Michelle Manning Barish y Tanya Selvaratnam-, conocidas en las sociedad neoyorquina, en los círculos sociales de Manhattan, se han atrevido a dar el paso pese a las amenazas. Las mismas coacciones que han llevado a otras dos mujeres a hablar sin dar su identidad.

El asunto Schneiderman, demócrata y reconocido anti trumpista, presenta un aspecto todavía más demoledor. Abusando del alcohol, el fiscal jefe hasta este lunes disfrutaba pegando y abusando físicamente de sus parejas. Primero las conquistaba y luego utilizaba la violencia o el lenguaje propio de las películas porno. Las relaciones con estas mujeres se han desarrollado en los últimos años.

Un defensor aguerrido de la causa del movimiento #MeToo y un animador incansable de que las mujeres se atrevieran a denunciar los abusos y el acoso

Las cuatro coinciden en la violencia y el maltrato, en las noches de alcohol. A todas les obligaba a beber y apurar rápido sus copas. Ejercía de sadomasoquista por las noches y de justiciero durante el día.

De entrada, a la que salió a la luz el artículo, Schneiderman emitió un comunicado negando cualquier tipo de abuso. Aseguró que en todo momento mantuvo relaciones de pareja en las que los intercambios sexuales fueron consentidos.

Pero de inmediato surgieron voces críticas. El gobernador de Nueva York, el también demócrata Andrew Cuomo, pidió de inmediato su dimisión.

“Ellas callaron cuando sufrían como víctimas por temor al poder de este depredador. ¿Qué hacer cuando el abusador es la máxima autoridad legal del estado?”, se preguntó Selvaratnam. Pero, pese a su silencio, guardaron pruebas (fotos e emails), o lo explicaron a amigos. Uno de ellos es el novelista Salman Rushdie, con el que una de ellas mantuvo relaciones y al que le confesó lo que le había pasado con el fiscal jefe.

Schneiderman hizo otro comunicado: el de su dimisión. Según su nota despedida, el fiscal general reconoce no puede seguir al frente del cargo en esta época tan crítica, “aunque estas alegaciones no afecten a mi conducta profesional”. Que no es más que una manera de entonar el mea culpa.