Ocurrió en el Comité de Dirección de una de las empresas más importantes de España. El líder, primer ejecutivo, se dirigió a los presentes tras hablar sobre la ausencia de gobierno y sus repercusiones económicas.

Vino a decirles que no se preocuparan lo más mínimo: “la industria política”, que así la calificó, cotiza a la baja. La sociedad civil, preferentemente económica, al alza. No hay que preocuparse de lo que haga el Gobierno: simplemente prescindan de él, como si no existiese. También, cuenten con el Gobierno lo menos posible. Trabajen para el mercado. Si no hay gobierno… la sociedad civil, al menos la gran empresa, funciona mucho mejor.

Queda el problema de los sectores regulados, pero éstos han comprendido que la solución está en la internacionalización

¿Y si elevan los impuestos? Amenace con no invertir.

Dicho de otra manera: el espíritu de aquel Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) de César Alierta y Emilio Botín… y otros muchos, ha muerto. Los empresarios ya no quieren influir en política y no sólo eso: pasan de política.

Además, los políticos españoles no defienden a sus empresas ni su tecnología, lo que quieren es chantajearlas para controlar su poder corporativo. ¿Entonces?

Si dependes de varios reguladores no dependes de ninguno: ‘la industria política’ cotiza a la baja

Queda el problema de los sectores regulados (banca, energía y tecnológicas), pero estos temen más a los fondos de inversión que al regulador. Además, han comprendido que la solución está en la internacionalización; cuando dependes de muchos, no dependes de nadie.

El CEC ha muerto. Sobre todo su espíritu. Que no resucite.

En cualquier caso, todo este divorcio entre política y empresa, entre gobiernos y el Ibex 35 es bueno para pararles los pies a unos políticos que se entrometen en la propiedad privada y en las vidas privadas. Pero será malo, muy malo, si entroniza el dinero como ideología única. Recuerden a Chesterton: el enemigo no está en Moscú, está en Nueva York, en Wall Street, para ser exactos.