El Gobierno de Donald Trump no quiere que la mayor teleco del mundo entre en su mercado. Para impedirlo, la Administración Nacional de Información y Telecomunicaciones (NTIA en inglés), dependiente del Departamento de Comercio, ha alegado riesgos de “seguridad nacional”. La decisión final depende de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), la agencia independiente encargada del sector.

Las reticencias son comprensibles. Para empezar, estamos hablando de un gigante que depende íntegramente del Gobierno comunista chino. Como para fiarse. Tampoco juega a favor de la compañía asiática las dificultades que se han encontrado empresas extranjeras de distintos sectores para implantarse en China.

La negativa de EEUU contrasta con la reacción de otros mercados, por ejemplo, el británico

Sin ir más lejos, Telefónica, BBVA o el Santander. La compañía que preside José María Álvarez-Pallete comenzó una joint venture en 2005 con China Unicom, el segundo operador del país, del que compró el 5,38%, porcentaje que amplió en sucesivas ocasiones hasta llegar al 9,7% en 2011. Por su parte, China Unicom se hizo con el 1,37% de Telefónica.

Todo parecía avanzar en paz y armonía, pero no fue así y en 2012 la teleco española comenzó a vender su participación, con el pretexto de reducir deuda.

La negativa de EEUU, no obstante, contrasta con la reacción de otros mercados, por ejemplo, el británico, donde China Mobile aterrizó en diciembre de 2017 para competir con China Unicom y con China Telecom en el sector de los operadores móviles virtuales. Además, China Mobile tiene oficinas en Alemania y Francia.

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