El veto de Donald Trump a Huawei va mucho más allá de una mera cuestión empresarial. Está en juego el control de las comunicaciones mundiales que en los próximos años transitarán por las redes 5G de todo el planeta. Y no estamos hablando únicamente de espionaje, sino del propio funcionamiento de la red.

Una de las diferencias fundamentales entre el 4G y el 5G, además de la velocidad, reside en que la primera no es integrada y la segunda, sí. Es decir, si se cae la red 4G de una zona de Madrid, afecta solo a los usuarios de esa parte de la capital. Si se cayera la red 5G, afectaría a toda la ciudad o, incluso, a todo el país... incluso a todo el mundo... si en todo el mundo hubiera una red monopolio, por ejemplo de Huawei.

Huawei es el líder mundial e indiscutible de redes 5G, de ahí la preocupación del presidente norteamericano. La multinacional china prácticamente no tiene competencia a día de hoy. Una de esas empresas que le podría hacer sombra es Nokia, que este jueves ha presentado los resultados de los nueve primeros meses del año. Son malos: perdió 557 millones de euros, un 4,5% más que en septiembre de 2018, por culpa de extraordinarios derivados de la adquisición, en abril e 2015, de Alcaltel-Lucent, por 15.600 millones de euros. Sin esos extraordinarios, el beneficio neto habría sido de 404 millones de euros, un 25% inferiores a los registrados un año antes.

Así las cosas, la compañía ha rebajado las previsiones para el conjunto del ejercicio, entre otras razones, por los costes asociados a los productos 5G y la competencia de China. Y es que Huawei tiene una capacidad de financiación que Nokia no posee, ni de lejos. Por eso, el Gobierno de EEUU está analizando distintas posibilidades para facilitarle a Nokia esa financiación que le permita acelerar su apuesta por el 5G. Todo menos dejarlo en manos de los chinos.