Estoy sentado en una terraza madrileña con una importante gestora española. Una gitana se empeña en leerle la buenaventura mientras ella se resiste. Al final, consigue zafarse del acoso y me pide un gel hidroalcohólico. Confieso que no tengo y entonces se levanta presurosa hacia la barra. No hace falta que llegue. Una extranjera, por su acento, se interpone y le para: ¿Es esto lo que buscas? Y sí, eso buscaba. Se higieniza bien las manos y vuelve a la conversación. No es un gesto racista: es que tiene miedo al virus.

Otro sucedido. Pequeña tienda de alimentación en el centro de Madrid. Son las 9 de la mañana del jueves 17 de junio. Entra un hombre de unos 50 años y la encargada le pide que se limpie las manos con gel hidroalcohólico. El interpelado no contesta: le da la espalda y se marcha. Ya hemos dicho que esto empieza a ser habitual. Dos vectores luchan: la España del miedo contra la España del hastío.

100 casos por cada 100.000 habitantes. Incidencia mínima que permite pensar en quitarse las mascarillas y reducir el liberticidio…

Pues no, lo cierto es lo que vengo repitiendo: la gente no aguanta más. Como no le suelten la soga la va a romper. Pero la gente sigue teniendo miedo. Y las autoridades siguen sin saber mucho del virus así que siguen dando palos de ciego.  

La incidencia del virus baja mientras la mala educación de la ministra de Sanidad sube. Carolina Darias llama a los periodistas por su nombre pero en la rueda de prensa del pasado miércoles batió su récord de impertinencia. Dejando a un lado el tono, señora ministra: si convoca usted ruedas de prensa responda a las preguntas que le formulan. Si no, no las convoque y así dejará de mostrar su malacrianza.

Por cierto, si ayer hablábamos de una famosa a nivel España, Miriam Díaz Aroca, recordamos a otro famoso que se ha declarado contrario a la vacuna y a todo lo relacionado con la plandemia es el ahora n° 1 mundial del tenis: Noval Djokovic.

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