Muere George Bush padre, un presidente de Estados Unidos extraordinariamente anodino pero, a fin de cuentas, fiel a una serie de principios, aunque el principal de ellos fuera el de la propiedad privada y la distinción secular entre laicidad y laicismo.

Lo más sangrante: George Bush, su hijo, el hombre que metió la pata con la guerra de Irak, se mostró más complaciente en las exequias con Barack Obama y con los Clinton que con el actual presidente, Donald Trump.

Y esto, como ya se demostrara en el ridículo funeral de John McCain, sólo demuestra que el Nuevo Orden mundial (NOM) está entrando en el país que más se ha resistido a él: Estados Unidos.

En el funeral de Bush padre, George W Bush se mostró más próximo a Obama y los Clinton que a Trump: el Nuevo Orden Mundial avanza en USA

Entiéndanme: ni Bill Clinton ni Barack Obama eran otra cosa que capitalistas. Pero, eso sí, dejaron de creer en Dios. o, al menos, comenzaron a considerar a Dios un elemento prescindible.

Si ahora se escribiera una nueva Constitución en Estados Unidos, se evitaría tratar el nombre de Dios.

En vísperas del referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978, el entonces obispo primado de España, Marcelo González Martín consideró que la Constitución española no debía ser aprobada. Aportaba cuatro razones de peso:

En primer lugar, prescindía de Cristo. Una constitución son dos cosas: una proclamación de libertades, una proclamación de derechos posibles… y ambos según la descripción de la naturaleza y definición de un pueblo.

A un pueblo católico, como el español de 1978 no se le puede describir como un Estado social y democrático de derecho. Eso sería como definir a una vaca como un animal con rabo. Son muchas las bestias que tienen rabo, pero las vacas también tienen otras cosas. Pues bien, el pueblo español era, ante todo, un pueblo cristiano, pero el cristianismo brillaba por su ausencia.

Juan Pablo II fracasó en su intento de que la Constitución europea mencionara el cristianismo 

En segundo lugar, la Constitución no protegía el derecho a la vida. Considerando que España se ha convertido después en un paraíso del aborto no parece que fuera muy desencaminado.

En tercer lugar, don Marcelo advertía que el texto constitucional era igualmente confuso con la libertad de enseñanza, pero poco sabía que, al parecer, sus tres pronósticos de hace cuarenta años se terminarían cumpliendo.

Juan Pablo II tampoco tuvo éxito en su empeño de que se incluyera una mención al cristianismo en la fallida Constitución europea.

Y todo esto no sería importante si no fuera por la conclusión final: cuando expulsas a Dios de la vida pública (Constitución) también expulsas al hombre. No se trata de una mención a Cristo en un papel, sino de algo mucho más grave: el hombre sin Dios no funciona, las instituciones sin Dios tampoco. Aunque sólo sea porque, si Dios no existe, ¿por qué ser justo?