Todas las miradas estarán puestas en Austria a partir del martes 14 de abril, al ser el primer país de la UE en comenzar la desescalada. Con casi 9 millones de habitantes, Austria tiene 13.945 infectados por Covid-19, 350 fallecidos y 6.987 recuperados, según los últimos datos oficiales. Para entendernos, está en la mitad de la tabla -España es la primera y Polonia la última- de muertos por coronavirus, por millón de habitantes.

Los austríacos llevan cuatro semanas confinados en sus hogares, aunque con cierta libertad de movimientos: pueden salir a pasear y hacer deporte de manera individual o acompañados por personas del mismo hogar. Por supuesto, pueden salir al súper, a la farmacia o a comprar algún producto a la droguería. ¿Qué hizo distinto Austria de España? Prohibir la entrada de extranjeros el día 10 de marzo, seis días antes del confinamiento general, con solo 200 infectados por coronavirus.

La otra diferencia respecto a nuestro país es el número de test realizados: 144.877 hasta el domingo. Son muchos más que los realizados en España, en términos porcentuales, si tenemos en cuenta lo que ha tardado el Ejecutivo de Pedro Sánchez en lograr test válidos. Y los test son una de las claves para contener la expansión del virus sin tener que encerrar a la población en sus casas.

El martes abrirán tiendas pequeñas de productos no esenciales y a partir del 1 de mayo lo harán los locales más grandes. La restauración y la hostelería tendrá que esperar un poco más -hasta finales de mayo- siempre y cuando no haya un rebrote del virus. Los centros educativos también serán de los últimos en volver a la normalidad.

Tal y como está planteado, el plan austríaco no es exportable a España. ¿Qué sentido tiene abrir pequeños comercios no esenciales si la población no puede salir de su casa más que para actividades esenciales?