Consejo de Ministros del viernes 11 de enero. Se presenta el borrador de Presupuestos Generales del Estado para 2019 (ver el documento adjunto). Ministra de propaganda, Isabel Celaá, ministra de Economía, Nadia Calviño, siempre huyendo de la prensa, y María Jesús Montero, titular de Hacienda y probablemente la ministra de Sánchez que mejor está cumpliendo con su papel en un Gobierno que parece el Ejército de Pancho Villa.  

En cualquier caso, otra vez llegan los Presupuestos, aún pendientes de que separatistas catalanas y vascos (y en este grupo se incluye al derechista PNV) den el visto bueno.

“El pesimismo es un territorio vacío”… y a menudo, desinformado, doña Isabel. Según ella, siete meses de Gobierno de Pedro Sánchez podrían dar para un programa de cuatro años de gestión. El Gobierno Sánchez no tiene abuela. O a lo mejor es doña Isabel.

Y continúa ejerciendo de ministra de propaganda: parece como si el PSOE fuera el partido más obsesionado con Vox. Celaá habla de escenario en blanco y negro, una frase brillante y original, escenario del que “algunos sienten nostalgia”.

Más impuestos, más presión fiscal, más gasto social

Para Celaá, todos ganan con estos Presupuestos aunque, miren ustedes por donde, el resto de partidos son tan obtusos que no lo creen así. Absurdos, es lo que son.

Además, van a servir para aumentar las partidas para “proteger a las mujeres de los maltratadores y asesinos”. O, al menos, a todos los grupos feministas que viven de los presupuestos del maltrato. No puedo negarles que, a esas alturas del discurso, me emocioné.

Aunque mejor fue lo de María Jesús Montero: “Este país necesita distribuir para crecer y crecer para distribuir”. O sea, que necesita el huevo y la gallina, pero los dos al tiempo. Natural: elegir es morir.

Brexit. En febrero, anuncia Celaá, se publicará un decreto sobre el Brexit ante lo que no haya nada que temer. El mismísimo Fabián Picardo no tiene nada que temer, se lo aseguro.

Nadia Calviño, la mujer que huye de los periodistas, nos presenta su Cuadro Macroeconómico. La economía española sigue en una senda de crecimiento sólido que se mantendrá en 2019, asegura. España creciendo por encima de la zona euro, ciertamente, sólo que la propia ministra acaba de reducir una décima, hasta el 2,2. Eso, y otros muchos datos, significa sencillamente, que la economía española va bien pero que está languideciendo. Aunque eso no lo dijo Calviño. Y ojo con las exportaciones, el mayor éxito de Mariano Rajoy: no funcionan ni las previsiones oficiales.

Lo mejor de los Presupuestos, lo que no depende del PSOE: el SMI. Y sin cuotas hubiera sido mejor

Vamos con el personaje central de unos Presupuestos, la titular de Hacienda, María Jesús Montero.

La pregunta es: si se cumplieran las previsiones de recaudación que nos ha presentado hoy, ¿cómo evolucionaría la presión fiscal española? Montero no concreta, pero asegura que camina al alza y lo que es peor: se enorgullece de ello. Y no sólo eso, el presidente Sánchez quiere recuperar la confianza de los ciudadanos en los políticos. Esto es hermoso. No sé cómo lo hará, porque la confianza está bajo mínimos.

Para Montero, representa “un cambio estratégico del modelo económico que apueste por la innovación y no por la rebaja de los salarios: empleos y salarios dignos”. Una gran verdad e incluso se vislumbra lo segundo, pero no veo lo primero por parte alguna.

Aumenta el gasto social y aumenta, o ese se pretende, la recaudación. De hecho, los PGE 2019 se pueden resumir fácil: más impuestos, más presión fiscal, más gasto social. Y entonces es cuando Montero lo dice todo: “Los que piden reducir impuestos están pidiendo el fin de la igualdad de oportunidades”. ¡Toma ya! Es decir, que el PSOE vuelve por dónde solía: más impuestos menos propiedad privada. El problema es que es la propiedad privada la que permite a la familia ser libre.

¿Y si no salen las cifras previstas? Pues más deuda. ¿Y qué pasa si suben los tipos? Pues que España resultaría ligeramente asfixiada.

Lo mejor de los Presupuestos, lo que no depende del PSOE: el SMI. Y sin cuotas hubiera sido mejor. Las cuotas no deberían haber subido en la misma proporción (SMI) que el salario mínimo. Si no, hay peligro de huida hacia la economía sumergida.