Consejo de Ministros del viernes 8 de noviembre. Comparecen en rueda de prensa Isabel Celaá, el titular de Agricultura Luis Planas y la responsable de Cambio Climático, o quizás de Transición Ecológica, Teresa Ribera.

Celaá muestra la misma obsesión que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había mostrado durante los últimos días contra Vox. Cosa curiosa porque se supone que su adversario es el PP, no un partido de 24 diputados.

En el Gobierno tachan a Vox de ultraderecha no democrática, con la que Sánchez no está dispuesto a hablar… porque Santiago Abascal ha roto con su duopolio progre: dos partidos de izquierda y dos de derechas pero todos progresistas. ¿Y qué es lo opuesto a lo progre? No lo ultra, sino lo católico, que, en efecto, no es progre. Eso es Vox. Y no es muy católico, que conste, pero sí lo suficiente como para deshacer el espejismo de la alternancia democrática… entre progresistas. De ahí la obsesión del PSOE y del PP contra Vox.  

La Cumbre del Clima nos costará a los españoles entre 35 y 178 millones de euros. ¿Están ahí incluidos los gastos de seguridad?

Y entonces, va la ministra portavoz y mete la pata: el Gobierno de España estudiará la decisión de la Asamblea de Madrid, no para ver si se puede ilegalizar a los partidos independentistas, sino para ver si lo que procede es impugnar la decisión de la Asamblea de Madrid.

Digo que metió la pata porque su presidente, horas antes, en RTVE, no había dicho que fueran a estudiar sino, directamente, que iban a impugnar a la Asamblea de Madrid para combatir el fascismo de Vox.

Ribera: Trump no representa a la sociedad americana. ¿Y Sánchez sí representa a la española?

Lo dicho: obsesión. ¿Porque Vox es ultra? No, porque es Católico.

Por lo demás, el Consejo no dio para mucho más. Bueno sí, para que Teresa Ribera, una mujer dispuesta a destrozar nuestra economía, y nuestras vidas, para salvar un clima que no goza de mala salud, nos haya explicado el gran éxito que signficia que el Gobierno español haya conseguido la Cumbre del Clima de Chile para Madrid. La cosa nos va a salir por entre 35 y 178 millones de euros, además de atascar Madrid en pleno puente de la Inmaculada. Dice la ministra que la cifra está más cerca de la primera que de la segunda, pero en estos presupuestos no suele apuntarse la partida más gorda: seguridad.

Por cierto, Trump no representa a la sociedad americana, aunque, naturalmente, Pedro Sánchez sí representa a la española. Lo dice Ribera porque Estados Unidos se marcha –qué envidia- del Acuerdo de París y de la tontuna del calentamiento global, pero Ribera asegura que hay norteamericanos que piensan de modo distinto. Entre 320 millones de persona suele ocurrir que no todos piensen como el inquilino de la Casa Blanca.

Las respuestas 'cualitativas' de la ministra Celáa 

Mientras, a preguntas de un periodista, Teresa Ribera insiste en defender el absurdo mercado de CO2, que ha colocado a Europa en situación de indefensión competitiva, con un precio de la energía mucho más caro que el resto del planeta. Y encima, cierra las nucleares, que no emiten CO2 y proporcionan energía constante y barata.

Pues esta maravilla es la que quiere Pedro Sánchez como vicepresidenta para otro de sus mantras progres: el cambio climático.

Dos notas de Isabel Celaá, que vuelve a exponernos su irremediable cursilería.

Margarita Salas: "La nueva frontera consiste en conocer el origen de los sentimientos". Pues ahí poco va a poder hacer la ciencia. Mejor ir a la filosofía

A un periodista le advierte que no puede darle una “respuesta cualitativa”. Creo que doña Isabel quería decir que no podía responderle si le parecía bien o mal.

Y la perla final, aunque fuera perpetrada al principio: para engrandecer la figura de la fallecida Margarita Salas, la ministra portavoz Celaá nos recuerda que la fallecida aseguraba que “la próxima frontera del conocimiento consistirá en conocer el origen de los sentimientos”. Pues lo siento por doña Margarita y por doña Isabel, pero justamente ahí, en los sentimientos, la ciencia no podrá aportar mucho. Quizás la razón, la filosofía o la teología, puedan decir algo más pero la ciencia no, porque los sentimientos ni se miden ni se pesan.