El relevo en la cúpula del Instituto de la Empresa Familiar (IEF) es algo más que un cambio de nombres. La salida de Francisco Riberas, que agotó sus dos años de mandato, y el nombramiento, el jueves, de Marc Puig como su sucesor, supone un cambio radical de estrategia del IEF. Riberas se enfrentó al Gobierno de Pedro Sánchez mientras que Puig buscará el diálogo.

Las relaciones entre el IEF y La Moncloa se rompieron tras la edición de 2018 del congreso anual que celebra la organización. ¿Recuerdan? Al presidente del Gobierno, de cuerpo presente, le sentó fatal la enmienda a la totalidad de Riberas a su política económica. Y todo envuelto en un ambiente hostil, con abucheos incluidos y una despedida más fría que un témpano.

Sánchez se marchó visiblemente cabreado y el presidente, que ni perdona ni olvida, en 2019 declinó acudir a la cita. Fue la primera vez en 22 años que el presidente del Gobierno no clausuraba al congreso del IEF.

Con Puig no sucederá lo mismo. El presidente y dueño de la multinacional catalana de moda y perfumería del mismo nombre, con un perfil más bajo que el de su predecesor, no quiere meterse en líos. “El IEF va a dialogar con todos, porque es nuestro talante y porque la situación demanda el máximo de colaboración público-privada”, señaló el jueves tras ser elegido.

Un cambio de rumbo que, seguro, celebran en Moncloa. Un frente menos del que ocuparse, y no un frente cualquiera: el IEF aglutina a los propietarios-empresarios que no temen al Gobierno. Por ejemplo, Juan Roig (Mercadona), que no ha dado el paso para presidir el IEF, Amancio Ortega (Inditex), Marta y Cristina Álvarez Guil (El Corte Inglés) o el citado Francisco Riberas (Gestamp). Algunos cotizan en el Ibex y otros no, pero escapan al ‘control’ del Ejecutivo al no estar en sectores excesivamente regulados.

En definitiva, comienza una nueva etapa en las relaciones del IEF con el Gobierno que, no obstante, prosigue su campaña para conquistar el Ibex, o, si lo prefieren, para contar con el apoyo de las principales cotizadas de nuestro país. De momento, Moncloa adora a Ana Botín, se lleva educadamente con Pallete y no se habla con Carlos Torres.