Con la dimisión forzada de su ministro de Cultura, Màxim el Breve, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha cavado su propia tumba política. Ha puesto el listón de la honradez pública (que de honradez no tiene poco: es sólo lo políticamente correcto) tan alto y ha utilizado la corrupción como arma política contra el PP con tanta saña que ahora todo comportamiento, sobre todo fiscal, es políticamente punible y exige la dimisión inmediata del cargo.

Quien a hierro mata a hierro muere. A partir de la dimisión de Huerta nadie queda libre ni de sospecha ni de imputación. Por ejemplo, el propio Pedro Sánchez. ¿O es que cree que se va a ver libre de pecado en cuestiones como la de su secretísima tesis doctoral (una tesis es más que un master, señor presidente) o los negocios de su familia política? Si su ministro de Cultura ha dimitido en un semana, ¿cuánto tiempo tardará el presidente? Más porque tiene más poder pero estará bajo sospecha en cuanto un medio influyente así lo decida o en cuanto alguien aporte un dato en las redes.

Lo de Huerta no era para tanto. Pero quien a hierro mata…

Además, lo de Huerta no era para tanto. Cobra colaboraciones mediante una empresa para acogerse al impuesto de sociedades antes que al IRPF, más gravoso. Pero los fariseos de la nueva tendencia política olvidan que quien cobra sus tertulias en radio o TV (temblad tertulianos) por una sociedad para pagar un 25% (que no es un tipo bajo de la escala IRPF) cuando esos beneficios paguen su gravamen de sociedades y entren en renta personal… volverán a pagar IRPF. Es la doble imposición a la que está sometido el empresario pero no el asalariado. Insisto, Màxim Huerta me parece un hortera pero la dimisión resulta pena demasiado grave para sus ‘espantosos delitos’.

En cualquier caso, todo tiene arreglo: rentas son las que se obtienen como dividendo empresarial y rentas las que se consiguen en el trabajo por cuenta ajena. Lo lógico es que el Gobienro iguale la tributación sobre las personas físicas con los impuestos sobre las personas jurídicas… y nadie incurrirá en los imperdonables delitos del señor Huerta.

Y todo esto no sirve para nada porque el señor Sánchez se ha puesto muy alto el listón de la honradez pública, que no es otra cosa que hipocresía… hipocresía de la que ahora es víctima.

Además, Huerta litigó contra la Hacienda Pública. La Hacienda dictaminó que no tenía razón y Huerta pagó y con intereses: ¿Dónde está el problema? El problema está en Sánchez y en todo el PSOE: quien a hierro mata a hierro morirá.

Resulta fariseo que el único pecado posible de un hombre público sea el pecado fiscal

En cualquier caso, resulta de una gran hipocresía puritana que el único pecado posible de un hombre público sea el pecado fiscal. Primero porque es imposible cumplir con el enredado sistema fiscal que rige en España. Aunque lo pretendas con denuedo.

En segundo lugar, porque, verbigracia, promocionar la muerte del inocente (aborto) es mucho más grave que hurtarle a Hacienda algo de lo que Hacienda interpreta que le debes… que suele ser todo.

Al exigirle a Huerta la dimisión, Sánchez se ha puesto la soga alrededor de su propio cuello. Es ley histórica que el fariseísmo acaba por condenar al verdugo. Siempre.