Tres iraníes, otros dicen afganos, presuntamente violan a tres chicas norteamericanas, la menor de 18 años, en la noche de fin de año, en Murcia.

De entrada, tras una primera información, donde, al parecer, a alguien se le escapó, silencio total sobre el origen de los presuntos violadores. Eso sería racismo. Salvo que fueran españoles, claro, porque entonces no sería racismo sino igualdad de derechos.

Occidente vive dos divorcios paralelos: entre los políticos y los votantes y entre los medios y el público

Y así se contempla cómo continúa el divorcio entre medios informativos y pueblo. Fenómeno que corre paralelo con el divorcio entre clase política… y pueblo.

Políticos y periodistas somos políticamente correctos, la ciudadanía lo es menos, porque no le interesa quedar bien sino enterarse de lo que realmente pasa.

El pueblo no es políticamente correcto salvo cuando le ponen un micrófono delante

Y así, Juan Español, sin micrófono delante, sin actuación pendiente, sin impostura, se hace preguntas como esta: ¿Cómo mira el inmigrante musulmán a la mujer occidental? Y también tiene muy clara la respuesta: el islam cosifica a la mujer. También lo hace el Occidente impúdico y hasta es cierto lo que decía un musulmán: “Ustedes practican la poligamia sucesiva”. Pero eso no quita que la única religión en la que la mujer es considerada igual al varón, por ser ambos hijos de Dios, es el cristianismo.

Sin embargo, miren por donde, las feministas sólo les preocupan las, siempre repugnantes, violaciones cuando las perpetran españoles.