El progresismo se define así: abajo los curas y arriba las faldas. Abajo los curas: no me gusta quien se siente en posesión de la verdad. Lo cierto es que el que no se siente en posesión de la verdad es idiota, bueno, progresista. Arriba las faldas: una libertad que se entiende como libertad de bragueta o entrepierna. Por eso, el feminismo, variante progresista especialmente venenosa, odia, repitámoslo una vez más, dos cosas: la maternidad y a virginidad.

¿Por qué Irene Montero no prohíbe la prostitución, la ejerza una mujer ‘motu proprio’ o, encima, explotada por un proxeneta? Pues porque eso supondría entrar en la cuestión moral. Entiéndanme, para un progre, que no cree en ningún tipo de verdad, tampoco cree en ningún tipo de principio.

En plata: Irene Montero, como progre-feminista que es, está condenada a no condenar a la mujer que decide, no que otro venda su cuerpo sino venderlo ella misma.

Día Mundial contra la Trata: no existe el derecho a ser prostituta

Este es el drama del progresismo: la moral no existe, la verdad tampoco. ¿Entonces, por qué vamos a defender a una mujer de su chulo?

Lo cierto es que la prostitución debería estar prohibida porque degrada al ser humano, a ellos y a ellas. Ni los animales pagan por sexo y eso que no saben lo que es el amor, la entrega, la donación.

Y lo que también es cierto es que no existe el derecho a la prostitución…. Y que si el proxeneta es un ser repugnante, también es cierto que hay mujeres que ejercen la prostitución porque les viene en gana.

Y sí, hay mujeres que optan por la prostitución sin que sean forzadas a ello

La trata es mala, la prostitución también. Porque la verdad existe, el bien y el mal también, y hasta lo bello y lo feo.

Pero podemos seguir engañándonos. La ministra de Igualdad lo hace.