El 29 de junio la Iglesia Católica festejó a San Pedro y San Pablo, el primer cura y el primer laico. El uno fue el primer Papa, sucesor de Cristo, que puso la Iglesia en pie. El otro es el apóstol de los gentiles, que en aquellas fechas de primera infancia copaban el papel de laicos, y doctores, de la época.

Es la fiesta del Papa, el actual pontífice, Francisco se enfrenta a un cisma interno de grandes proporciones. No se trata de dos posturas teológicas enfrentadas.

Un cisma que provocará el estallido de la blasfemia contra el Espíritu Santo

El Papa Francisco no se enfrenta a un mundo sin fe, que también, se enfrenta a un cisma interno llamado “confusión”. Como la calma precede a la tempestad, la confusión precede al estallido de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Hoy se habla mucho de valores, pero lo cierto es que estamos en una inversión de valores, donde al mal se lo llama bien y al bien mal.

Estamos a la espera y Francisco es muy consciente de dónde está. Quizás, en su deber, hay que apuntar que no haya sido capaz de aclarar la confusión. Ahora mismo, tengo mis dudas de que pueda hacerlo.

¿El cisma puede conllevar violencia? ¿Saben de algún cisma que haya sido ajeno a la violencia?

Por cierto, el cisma religioso… ¿provoca la violencia o la guerra abierta? La respuesta es: ¿recuerdan algún cisma eclesial que no haya conllevado, antes y después, violencia? Pues eso. 

Cisma en la Iglesia y violencia creciente en el mundo. Esa es la cuestión.