En su homilía del jueves 29 de octubre, la presidenta (¿por qué no gobernadora?) del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, aseguró que prepara nuevos “estímulos” para la economía europea. Es curioso cómo ha crecido el eufemismo en el lenguaje económico. Por ‘estímulos’ monetarios se entiende que Lagarde va a emitir más dinero, la famosa manguera de los bancos centrales, para inundar aún más lo que ya es mar abierto: el océano de liquidez en el que nos movemos. No son nuevos estímulos, es el mismo estímulo de siempre que ya no funciona. ¿Cómo va a funcionar si el valor del dinero ya no existe porque, como el necio, confundimos valor y precio? 

Insisto, en agosto de 2021, se cumplirán 50 años desde que Richard Nixon clausuró el patrón-oro, establecido como medida “temporal”: ¿Temporal? ¡Qué bueno!

Debemos entender que estamos ante una crisis de demanda. Pero, para nuestra desgracia, vivimos en una economía financista

Desde entonces, la única política económica que se le ha ocurrido al Occidente cristiano ante cualquier problema económico ha sido la más facilona: fabricar dinero en lugar de fabricar productos.

Pues bien, el coronavirus ha acelerado el fracaso de este monetarismo financista: los estímulos monetarios ya no funcionan. Entre otras cosas porque lo que parecemos no entender es que estamos ante una crisis de demanda. Traducido: la gente no tiene dinero para comprar y así, por muy barato que nos pongan el dinero, a tipos negativos, nos endeudamos pero no creamos. Y así, contemplamos como cae el crédito, la inversión y el consumo.

La gente comprueba cómo, aunque no pague intereses siempre tendrá que pagar el capital y no está seguro de poder vender lo que fabrica.

Y el peligro es una crisis de deuda y una quiebra de Occidente… mientras el BCE anuncia nuevos “estímulos” para diciembre

Encima, no hay manera de rentabilizar el ahorro: los bancos ya no pagan, cobran, por depositar el dinero en sus oficinas.

Pero Christine Lagarde y sus homólogos de la Reserva Federal norteamericana y demás gobernadores, siguen a lo suyo: para que la economía crezca hay que ofrecer más estímulos, más dinero… pero la economía no crece.

Con ello, sólo están consiguiendo una casta de políticos irresponsables principalmente socialdemócratas, que continúan emitiendo la deuda que les comparte Lagarde y asomarnos a… una crisis de deuda pública sin precedentes y a una posibles quiebras de los Estados occidentales… mientras Lagarde anuncia nuevos ‘estímulos para diciembre’.

Insisto, en mensaje dirigido a gobernadores sordos: el dinero que fabrican los bancos centrales ya no impacta en la economía real. De hecho, baja el consumo y baja el crédito. Estamos ante una crisis de demanda y eso no se soluciona con más dinero ni tampoco con más subvenciones para vulnerables, sino con más empleo.

Otra de las consecuencias del océano de liquidez es la presión sobre la propiedad privada, fruto de la siniestra combinación entre impuestos altos y gasto público desbocado. Por ejemplo: Pedro Sánchez

Otra de las consecuencias del océano de liquidez en el que vivimos es la presión sobre la propiedad privada. fruto de la siniestra combinación de impuestos altos y gasto público desbocado. Sí estoy describiendo a Pedro Sánchez, pero no sólo a él.

Para terminar, no olviden algo: además de las precitados peligros, el océano de liquidez, mucho dinero para tan pocos bienes, supone una devaluación de toda la economía mundial, sorbe todo de renta, patrimonio y salarios. Es como una maquinaria que anima la especulación y desanima el emprendimiento.

Lagarde y todos sus homólogos de los bancos centrales están muertos… pero ellos no lo saben. Por eso se dedican a matarnos a todos los demás… para ayudarnos a salir de la crisis.

Eso que San Juan Pablo II llamó la financierización de la economía, que en español mejor traducimos como economía financista. Como si el objetivo de la economía fuera el dinero, y no la persona. Es decir la dignidad, la justicia y el bienestar de la persona.

Volvamos al patrón-oro... o a cualquier otro patrón pero dejemos de fabricar dinero, que tan sólo es un medio de cambio.