• La Bolsa de China suspende su actividad tras un desplome superior al 7% y contagia al resto de los mercados.
  • El gigante asiático se sostiene sobre sueldos de miseria y carece de una clase media sólida.
  • Es el mismo temor que asola al resto de emergentes, impactados desde el verano por la devaluación del yuan.
  • Hasta el FMI reconoce que la debilidad china hace más vulnerable el crecimiento económico global.
La novedad bursátil de este lunes viene de China, que se ha visto obligada a suspender las cotizaciones cuando sus dos principales indicadores, Shanghái y Shenzhen, se desplomaban más de un 7%. Es una de las medidas previstas por el regulador chino para frenar la excesiva volatilidad. Pero la cosa no ha quedado ahí. El efecto contagio no se ha hecho esperar y ha sido fulminante en todos los mercados, asiáticos y europeos. En España, el selectivo Ibex 35 cede más de un 2%. Y en esa caída pesa lo suyo también la propia lentitud de Rajoy en las negociaciones para formar gobierno. En sólo 15 días se concreto la gran coalición alemana de Merkel con la socialdemócratas. Pero lejos de lo coyuntural del día, el episodio parece un deja vu de lo ocurrido en verano, y vuelve a poner en cuestión, no sólo la débil evolución de la economía del gigante asiático sino de la economía mundial en su conjunto. No estaríamos, por tanto, ante una crisis como la de 2007, de naturaleza esencialmente especulativa (el detonante fueron las hipotecas subprime). Esa fue la razón de sacudiera fundamentalmente a Europa y Estados Unidos, donde el dinero corre de un activo a otro, sin problema y con facilidad, en busca de una mayor rentabilidad. China tiene un importante peso del 15% en el PIB mundial, pero es también la punta del iceberg de lo que está sucediendo en otras economías emergentes con la misma enfermedad: un modelo de crecimiento fallido, basado en sueldos de miseria y no sobre el consumo interno. Es esa realidad la que adelantan las bolsas con toda su crudeza. La propia directora gerente del FMI, Christine Lagarde, admitía el pasado día 30, en un artículo publicado en el diario alemán Handelsblatt, que el crecimiento en 2016 será "decepcionante" por la desaceleración china, que contribuye a su vez a la vulnerabilidad de la economía global. Y a esa realidad unió también las posibles subidas de tipos en EEUU. Lagarde se quedaba con el trazo grueso de una tendencia, no con lo que subyace, con todo dramatismo, a esa misma tendencia. El verdadero talón de Aquiles de la economía china y, por ende, de las economías emergentes y su propio modelo, basado en la explotación laboral. Son economías, en fin, que no ha creado las clases medias que tiren del consumo, que es lo que mantiene viva una economía, sino que han abandonado su suerte a las exportaciones -muy competitivas gracias a sus los bajos sueldos- y a la inversión en infraestructuras. En el caso de China, en concreto, dos tercios del avance del PIB durante los últimos años corresponden  infraestructuras y exportaciones. Y si éstas son menos competitivas, se ha recurrido a la devaluación de la moneda, el yuan, como sucedió este verano. A su vez, esa devaluación ha arrastrado a otros países emergentes. Brasil, muy dependiente del comercio con China, ha sido uno de los más afectados. Las razones del desplome de la bolsa china de este lunes son las mismas: la debilidad económica, tras los débiles datos manufactureros y la caída del yuan. Pero lo que late en el fondo es la preocupación por la economía y el contagio al resto de economía. Mariano Tomás mariano@hispanidad.com