El presidente chileno Sebastián Piñera no se anda con tonterías y ha decretado el estado de emergencia, tanto en la capital, Santiago, como en Rancagua, Coquimbo y La Serena. El balance, hasta el momento, de tres días de disturbios, no puede ser más catastrófico: 11 muertos, decenas de heridos y 1.700 detenidos. Y todo por anunciar la subida de la tarifa del metro en horas punta, de 1,13 a 1,17 dólares.

Las protestas pillaron por sorpresa a Piñera que, ante tanta violencia, decretó el toque de queda el sábado 19. A partir de ese momento, la seguridad de la capital y de las otras tres ciudades quedaba en manos de los militares. Al mismo tiempo, y a la vista de los hechos, el Gobierno dio marcha atrás a la subida del metro, pero la mecha ya había prendido y la violencia se repitió durante la pasada noche del domingo.

“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite” afirmó Piñera, a lo que respondió este lunes el general al mando de la situación, Javier Iturriaga: “Soy un hombre feliz y, la verdad, no estoy en guerra con nadie”.

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Mientras, en España, Pedro Sánchez le dice a los mandos policiales que tengan paciencia y que mantengan la moderación ante los violentos que llevan una semana sembrando el caos en Barcelona. Y la causa no ha sido la subida del metro, sino la sentencia por intentar separar a Cataluña del resto de España.