Como informó Hispanidad ayer, en Chile han vuelto los disturbios anticlericales para conmemorar el primer aniversario de la revuelta neocomunista.

Y es que hace un año exactamente se produjo un estallido social, con la excusa de la subida del precio del billete de Metro, que obligó a los políticos a pactar un plebiscito para reemplazar la constitución legada por la pasada dictadura militar (1973-1990), plebiscito que se realizará el próximo domingo y en el que pueden participar 14,7 millones de chilenos.

Esas protestas han derivado, en algunos sitios, en actos anticlericales, con el ataque a dos iglesias, de momento.

El primer santuario en arder fue la Iglesia San Francisco de Borja, usado regularmente por el cuerpo policial de Carabineros para ceremonias institucionales, y horas más tarde fue la Iglesia de la Asunción, una de las más antiguas de la capital, con más de un siglo y medio de antigüedad.

Y aquí pueden verse dos vídeos que recogen el momento de los ataques a las iglesias.

La pregunta es: ¿quién financia a estos grupos encargados de las revueltas y los disturbios?

Solo hemos encontrado una explicación, la del concejal chileno René Barba quien afirmó en diciembre de 2019 que “sin la ayuda de Cuba y Venezuela”, la izquierda de su país no hubiera tenido capacidad para organizar las manifestaciones y revueltas, recogió El Diario Las Américas.

La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) calificó como “delitos de odio” los ataques vandálicos contra las iglesias y llamó al gobierno a garantizar la protección de los edificios religiosos, recogió Aciprensa.

Y el episcopado chileno realizó una declaración que recoge Infocatólica: "Llamamos a todos a contribuir, desde sus propios espacios familiares, laborales y sociales, con una reflexión que nos permita tomar suficiente distancia de la irracional violencia y nos acerque a la amistad cívica. Como nos ha recordado el papa Francisco en su carta encíclica Fratelli tutti, sólo en el cultivo del amor como forma de relacionarnos «haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos». Desde esta actitud de fraternidad podremos expresarnos con respeto, participar sin temor en democracia y concurrir a la búsqueda del bien común".