Y si no fuera por miedo, sería la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro con tal de dejar su sello”. El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, se adelantaba -físciamente- al presidente, Pedro Sánchez, y a la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, para que quedaran claras dos cosas: quién marca la pauta en el Gobierno Sánchez y a quién obedece Iglesias. Es decir, a nadie más que a él mismo.

El Gobierno hizo ejercicios no muy espirituales -o quizás era retiro de espíritus maliciosos- en Quintos de Mora (se ruega no confundir con Marcos de Quinto). Se suponía que la coquetona reunión se organizaba para dar impresión de unidad ante las cámaras mudas de RTVE, pero lo cierto es que Iván Redondo no está muy contento con el resultado.

En Quintos de Mora, Iglesias apareció como portavoz del Gobierno, rompiendo el consenso y desobedeciendo a Sánchez

Lo primero, porque la unidad quedó en entredicho cuando, una vez más, el líder podemita, hoy vicepresidente, se burló de las normas establecidas y rompió esa unidad por tres vías:

  1. Su exagerado protagonismo visual, icónico, adelantándose a Sánchez y a Calvo: ¿qué no hará don Pablo por salir en la foto?
  2. Iglesias desobedeció las instrucciones de su presunto jefe de filas, Pedro Sánchez. Lo previsto era que sólo la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, la mujer capaz de mentir de continuo con una rotundidad de lo más sincera, hablara ante las cámaras de televisión de ‘convergencia’ entre los ministros, pero Iglesias se saltó la norma a la torera y volvió a abofetear a los socialistas: él también habló para determinar que el objetivo de este Gobierno son las “medidas sociales”. ¡Tiembla bolsillo mío!
  3. Y les abofeteó donde más duele: Sánchez tiene que mantener una apariencia de sensatez y centrismo de la que no puede alejarse ningún líder actual de la decadente Unión Europea de 2020. Por eso, en Quintos de Mora el enfrentamiento volvió a estar entre dos vicepresidentes: Pablo Iglesias y Nadia Calviño.

El debate ha vuelto a estar entre el comunista Iglesias y la socialdemócrata Nadia Calviño

Iván Redondo, siempre acomodaticio, asegura que el Gobierno dispone de una Calviño que ofrece seriedad presupuestaria en Bruselas mientras Iglesias se lleva la palma de “lo social”, del mester de progresía. Ya saben: feminismo, ecologismo, animalismo…

Ahora bien, Redondo es especialista en hacer de la necesidad virtud y ya sabemos cual es su modelo: “Estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros”.

Y esto porque la ideología de género, las exigencias LGTBI, así como el ‘todo por los pobres pero sin los pobres’, no resultan neutros en materia presupuestaria. En plata: que cuestan un potosí y que exigen subidas de impuestos a una población que ya está muy harta de pagar impuestos para dotar la residencia familiar de los Iglesias-Montero. Por ejemplo.

¿Por qué ZP se atreve a poner en berlina a Sánchez con su defensa de la tiranía venezolana? Pues porque ahora Sánchez es rehén de Iglesias

En Quintos de Mora volvió a darse la divergencia entre Calviño e Iglesias. Y por eso Iglesias quiso imponerse como lo hacen los demagogos, ante las cámaras de RTVE, con su nueva alusión a los “programas sociales” Total: no los va a pagar él.

Y por si fuera poco: Rodríguez Zapatero tocando las narices desde Caracas. ¿Por qué ZP se atreve a poner en berlina a Sánchez con su defensa de la tiranía venezolana? Pues porque ahora Sánchez es rehén de Iglesias e Iglesias no puede permitir que Maduro descubra que Podemos es un producto de la financiación exterior marxista, en especial, bolivariana.

Es el chantaje de Iglesias a Sánchez, quien hace encajes de bolillos para aparentar moderación, porque sabe que en la Unión Europea, la corrección política permite todo tipo de radicalismo en la forma pero exquisita moderación en el fondo.

Y la consecuencia del chantaje de Pablo a Pedro consiste es que tanto en Quintos de Mora, como en el Madrid cotidiano, el PSOE busca desesperadamente un punto común entre dos mundos tan divergentes como el socialismo o el comunismo. Y esa coincidencia, frentepopulista, la misma de la II República y la Guerra civil, es la cristofobia. Tan anticlericales son los socialistas de Sánchez como los comunistas de Iglesias y, en el siglo XXI, como los separatistas catalanes y vascos.

Lo que es lo mismo que decir que quienes más tienen que temer del Ejecutivo de Quintos de Mora son los católicos. El Gobierno Sánchez tendrá que hacer la economía que le exige Europa -para no seguir contando nada en Europa dicho sea de paso- pero aplicará en el BOE todo su odio a todo lo que huela a cristiano. En este punto, el Ejecutivo está unido como una piña.