El narcisismo separatista catalán obtuvo ayer una gran victoria con la conferencia del presidente de la Generalitat, Quim Torra sobre el Gobierno español, que apenas reaccionó con la formalidad de que hay que obedecer las sentencias judiciales. Como si los tribunales pudieran parar la ola separatista y ferozmente anti-española que crece en Cataluña.

Son los separatistas quienes están marcando el terreno repitiendo mentiras que se convierten en mentiras. La primera de ellas es que el separatismo es pacífico. No es pacifista: utiliza la violencia no física (y a veces la física) para imponer terror en el discrepante. ¿O es que los partidarios de que Cataluña siga siendo española pueden hablar en Cataluña sin temor a que les hagan el vacío? Además, no hay paz sin justicia y parecemos empeñados en olvidar que el profeta del pacifismo, un tal Gandhi, provocó la descolonización más sangrienta de toda la era moderna.

Otra gran mentira de Torra –insisto, el vencedor del torneo frente a Pedro Sánchez- es la que enfrenta el pueblo catalán al Estado español, lo que, de paso, implica otro insulto al conjunto de los españoles. Él representa al pueblo catalán (otra gran mentira: solo representa a la mitad y oprime a la otra mitad) y los que discrepan son “el Estado español”, como si 46 millones de españoles viviéramos en alguna dependencia ministerial.

Mientras, cunde la religión independentista, basada en un pacifismo injusto y en una grandísima mentira: la del pueblo catalán y el Estado español

El separatismo catalán es mentiroso, injusto y liberticida. Ahora bien, mientras Torra habla de independencia y el Gobierno español responde, como lo hizo la noche del martes, con meras alusiones a la necesidad de cumplir las sentencias judiciales, el fondo se está enfrentando a la forma… y en estos casos, siempre gana el fondo.

Sobre todo, cuando el separatismo (que no independentismo) se ha convertido en una religión y no habría ganado si no fuera por la abrumadora descristianización del pueblo de Cataluña, que ha sustituido a Cristo por el ‘procés’.

Los catalanes han sustituido a Cristo por el ‘procés’. Mientras, cunde el odio a España

Mientras, cunde el odio a España y se hace realidad la triste experiencia separatista de Mas, Puigdemont y Torra (todos ellos burgueses): jamás conseguirá una Cataluña independiente pero sí pueden conseguir el enfrentamiento civil en toda España y el desmembramiento de la Unión Europea. De esto último, se encarga la justicia belga y el Gobierno alemán que consideran a Puigdemont un exiliado y que admiten querellas contra los jueces españoles a los que les aplican la ley. Por de pronto, la Unión Europea se ha cargado la euroorden.