Las cuentas hasta septiembre publicadas este viernes por Cajamar nos dejan varios titulares. El primero, el que encabeza este artículo: lo que salva la cuenta es el Resultado por Operaciones Financieras (ROF), que no es algo negativo en sí mismo, pero que es pan para hoy y puede ser hambre para mañana, sobre todo después de los últimos anuncios del BCE. Demasiada volatilidad: lo que hoy vale 100 mañana puede valer -100. El ROF aumentó un 244,9%, hasta los 296,2 millones.

Siguiente idea: el negocio típico aguanta más o menos: el margen de intereses sube un 1,37% a pesar de los tipos negativos, hasta 437,1 millones de euros, pero las comisiones bajan un 6,4%, hasta los 184,8 millones. Así, el margen bruto alcanzó los 921,4 millones, un 29% más que en 2018 o, si lo prefieren, aumentó en 207 millones de euros, esto es, menos que lo que subió el ROF (210,3 millones).

Siguiente punto llamativo: las pérdidas por deterioro de activos aumentan un 197,6% y alcanzan los 285,2 millones (son 189,4 millones más que en 2018), pero las provisiones, lejos de aumentar, disminuyen en 23,2 millones (-19,8%) hasta los 93,9 millones. La morosidad pasa del 6,8% del segundo trimestre, al 6,6% en septiembre, todavía por encima de la media del sector, que en agosto fue del 5,24%.

Entonces surge la pregunta: ¿con un margen de explotación de 491 millones (+67,6%), no hubiese sido mejor aumentar las provisiones y sacrificar, en parte, el beneficio? Porque el resultado bruto alcanza los 111,9 millones de euros (+39,9%) que, después de impuestos, pasa a ser de 82 millones, un 17,2% superior al registrado en septiembre de 2018.

En definitiva: Cajamar no escapa a la realidad del sector, que busca la manera de capear el temporal que suponen los tipos de interés negativos.