Mientas el secretario general de la ONU, ilustrísimo don Antonio Guterres, aprovecha la pandemia para exigir que todos los países aumenten el dinero para el pozo sin fondo de la sanidad pública, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, nos prepara para nuevas pandemias: ¡Yehaaa!

Puede que el coronavirus no se haya creado artificialmente en un laboratorio chino para forjar una tiranía global, pero, si no es así, alguien está aprovechando el virus para crear precisamente eso: el Gobierno mundial. Naturalmente tiránico.

Mis colegas periodistas ejercen uno de los papelones más deprimentes de su ya larga historia: palmeros del poder y perseguidores del disidente

En España, los periodistas hemos asumido la contradictoria propaganda estatal: la vacuna es una bonísima noticia aun cuando no funcione… porque proporciona optimismo aunque no nos libre de nuestra clandestina existencia.

Por algo será que la frase de moda sobre el coronavirus, la que más oigo y escucho, a propios y extraños sea esta: “Yo ya no me creo nada”. ¿Por qué será?

La gente se vacuna por dos razones: porque le obligan a hacerlo o porque quién sabe si funcionará

Otro de los efectos nocivos de este rarísimo virus es que la escasísima confianza de los pueblos en su dirigentes se ha diluido hasta casi la nada.

Ejemplo, la gente se vacunará por estas razones, ninguna habla de su convicción:

1.Porque le obligan a hacerlo.

2.Porque quién sabe si funcionará. Es lo único que me queda frente el miedo a morirme por Covid.

La frase de moda sobre el coronavirus: “Yo ya no me creo nada”. ¿Por qué será?

Mientras, mis colegas periodistas, en uno de los papelones más deprimentes de su ya larga historia, en ocasiones heroica, seguirán ejerciendo ese doble papel de palmeros del poder y de perseguidores del disidente. Nunca como con el Covid, la profesión periodística cayó tan bajo.