• Mientras el beneficio neto aumenta un 1,2% y el Ebitda sólo un 0,1%, el pay out será del 62,15%, con una rentabilidad por título del 4,4% y una rentabilidad total para el accionista del 16,1%.
  • La deuda neta aumenta un 18,9%, hasta los 16.942 millones de euros, pero con vencimientos cómodos.
  • El resultado operativo aumenta en un 5,6%, pero ojo, porque el beneficio antes de impuestos disminuye nada más y nada menos que un 11,2%.
  • Lo más negativo de 2014: el deterioro por la inversión en Egipto, que ha tenido un impacto negativo de 532 millones de euros.

No hay ejercicio doméstico más apasionante que recibir el recibo de la compañía energética que tenemos contratada y, sin abrir la carta, apostar por el importe del recibo que en pocos días nos cargarán en nuestra cuenta corriente. El déficit de tarifa, los costes del servicio y los impuestos a pagar, así como la inestabilidad dispositiva, conduce al complejo ejercicio de aplicar un mero principio de uniformidad, a fin de valorar si al final nuestro consumo ha aumentado o el precio de la energía ha variado significativamente o, al menos, refutar o corroborar las declaraciones del ministro Soria sobre la evolución del coste a lo largo del último mes. Lo que ciertamente sabemos es que el sector energético español se encuentra sometido a un excelso proceso regulatorio en el que los precios no se forman de manera efectiva en base a un mercado activo o de competencia perfecta. El tamaño de las entidades siempre ha servido de escusa para justificar que la rentabilidad de las mismas depende de la existencia de un oligopolio en el que el mercado queda en manos de pocas empresas.

En teoría, la nueva regulación, en vigor desde el 5 de julio de 2014, aporta mayor estabilidad y predictibilidad, incorporando medidas destinadas a evitar déficits de tarifa futuros, facilitando la recuperación de la existente en un plazo de 15 años, y todo ello en un escenario de periodos regulatorios de 6 años, en el que el primero finaliza en 2020. El déficit de tarifa del ejercicio 2013 se encuentra actualmente titulizado tras la autorización del Gobierno de la Nación. Veremos con el tiempo.

Todo lo anterior nos debe servir de antesala a nuestra revisión de los resultados de Gas Natural Fenosa del ejercicio 2014. En líneas generales, podemos constatar cómo el beneficio neto del año anterior ha aumentado en un 1,2%, hasta los 1.462 millones de euros, que se refleja en una insignificante variación del Ebitda de sólo el 0,1%. Todo ello en un escenario de incremento de las inversiones materiales e intangibles del 23,6%. La deuda neta aumenta el 18,9% respecto al cierre del ejercicio 2013 con cómodos vencimientos y estructura temporal, elevándose a una cifra de 16.942 millones de euros. Cierto es que el resultado operativo aumenta en un 5,6%, pero igualmente cierto es que el beneficio antes de impuestos disminuye nada más y nada menos que un 11,2%. La distribución de gas en Europa, y especialmente en Hispanoamérica, ha lastrado de manera importante el Ebitda de la entidad, manteniendo el resto de actividades un comportamiento razonable, especialmente en infraestructuras de gas ( 11.6%).

La incertidumbre tiene su reflejo en sus resultados, a través del reconocimiento de unas pérdidas por deterioro de 485 millones de euros por el incumplimiento del proveedor de gas en Egipto, en sus compromisos en el suministro de gas, suponiendo un total para la entidad de 532 millones de euros. A ello debemos unir el efecto negativo de las diferencias de cambio, con especial incidencia en el primer semestre, un total de 76 millones de euros en dicho periodo, que posteriormente fue compensado. El crecimiento de actividad supone, tan sólo, un aumento de 218 millones. Si no fuera por los efectos del deterioro mencionado y las revalorizaciones por impuestos diferidos, otro de sus componentes, el beneficio neto crecería un 15%.

La atonía de la cuenta de resultados, que no nos permite afirmar si nos gusta o no, se compensa con un comportamiento algo optimista desde el punto de vista del accionista, con un dividendo a pagar sobre los resultados del año 2014 que representa un pay out del 62,15% y una rentabilidad del 4,4%, en base a un cierre de cotización a 31 de diciembre de 20,81 euros la acción. Todo ello en un escenario de cotización ascendente en el ejercicio anterior (17,42 euros al inicio del año). Ello deriva en una rentabilidad total para el accionista del 16,1%, lo cual no está nada mal.

En definitiva, el paciente está estable tirando a normal. No obstante, los datos anteriores no nos deben permitir olvidar como, con el tiempo, la relación entre crecimiento económico y gasto energético hace años que se ha roto, no pudiendo vincular de manera directa una mejora en evolución del PIB y el incremento de gasto en gas y suministro eléctrico. Lo que sí es cierto es que un mercado regulado que penaliza el coste de la energía, limita la competitividad de los sectores industriales y de servicios más demandadores de tal suministro, y en ello sí existe una vinculación con la evolución económica en el futuro.

En fin, apaga la luz María, apaga.

Rodrigo de Silos

rodrigode@hispanidad.com