Por pura casualidad, ha ocurrido en vísperas de las elecciones municipales del 26-M. El Ayuntamiento de Madrid se ha gastado lo suyo en enviar a los hogares madrileños las nuevas instrucciones: ya no serán dos -el naranja y el amarillo-, ni cuatro -papel y cristal- ni cinco… sino ocho los contenedores de basura que tendremos que preparar, con sus correspondientes recipientes en su hogar.

Es más, para la orgánica, la que peor huele, ya se imponen recipientes de mano reutilizables, naturalmente pringosos, viscosos y hediondos, que deberá poseer cada familia en su domicilio a fin de que su hogar sea, en verdad, un hogar fétido y mayormente repugnante. Manuela Carmena ya ha conseguido engorrinar las calles de Madrid y ahora pretende atufar los hogares de los madrileños.

Y serán atufados, naturalmente que lo serán, pero podremos sentirnos orgullosos de haber colaborado en el salvamento del planeta. Si los océanos estan limpios, ¿qué importa que su casa esté hecha un asco? Sólo lo sufrirá usted.

Los ecologistas poseen un argumento definitivo: cara, yo gano; cruz, tú pierdes

Naturalmente, aunque no fueran ocho, sino que se ampliaran a 32 los contenedores distintos, doña Manuela Carmena -¡Qué entereza de mujer!- no conseguiría encuadrar en todos ellos la esplendida diversidad de los residuos humanos. Además, todos sabemos que el esfuerzo que se nos exige a los ciudadanos es para ‘reciclar’ nuestros residuos y casi todos sabemos que no se reciclan, sino en una mínima parte.

Pero aquí esta el argumento genial de todos los verdes estilo Manuela: claro, no reciclamos sino una mínima parte de la basura clasificada porque usted, en su domicilio, no la separa bien.

La culpa es suya, administrado, no nuestra, que somos la Administración… y con mucha conciencia verde (sobre todo verde de vergüenza). ¿Comprenden?: cara, yo gano; cruz, tú pierdes.

Casi no me atrevo a sugerir una alternativa, no me vayan a calificar como negacionista ¡no, por favor! algo que, sinceramente me preocupa mucho. La alternativa: consiste en mandar a freír espárragos a la profusión de contenedores de Manuela Carmena y dedicar a quemar basuras y plantar árboles, que son los más eficientes productores de aire limpio y limpiadores de aire sucio.

La ecología es una religión exigente. Sus mandamientos no dejan de multiplicarse. Como los contenedores de basuras

La única basura no incendiable, sería aquella, me temo que escasa, donde se han conseguido altos niveles de verdadero reciclaje, que mucho me temo quedan reducidos a papel y cristal.

Porque la religión ecológica parece exigir mucho para lo poco que ofrece y porque me temo que se ha convertido en una moda que no detendrá ningún calentamiento global, que, encima, aumentará el calentamiento mental y que, para terminar, fastidia considerablemente al ciudadano. Además, se trata de una religión exigente: sus mandamientos no dejan de crecer cada mes. Como los contenedores de basuras.

A lo mejor, con este cambio de ‘paradigma’, nos volvíamos todos un poco más cuerdos y un poco menos gilipollas.

Posdata: por pura coincidencia, la nueva remesa de contenedores se nos anuncia en campaña electoral para las municipales.

Debe ser por eso que algunos creemos en las casualidades, pero no en las coincidencias.