• La locomotora europea se ha convertido en el epicentro del chantaje del presidente turco, muy consciente de que acoge la mayor comunidad turca del mundo.
  • Erdogan extiende allí sus tentáculos: ahora está financiando la mayor organización de mezquitas del país.
  • El vicecanciller germano, Sigmar Gabriel, reconoce que "es difícil" no ceder a los chantajes del sultán, aunque es necesario mantener el diálogo.
  • Juncker se agarra al pacto migratorio con Turquía y tira la piedra en tejado turco:  la exención de los visados sólo depende de ellos.
El mantenimiento de los lazos de la Unión Europea con Turquía nunca ha sido cosa de coser y cantar, pero ahora mismo, en medio de una purga con la que Tayyip Erdogan parece querer deshacerse de cualquier individuo incómodo, estas relaciones atraviesan un momento especialmente delicado. Alemania es quizá el país europeo sobre el que más pesa este quebradero de cabeza. No es para menos: es la nación del mundo donde residen más extranjeros turcos y Ankara extiende allí sus tentáculos sobre la comunidad de compatriotas, entre otras cosas, financiando la mayor organización de mezquitas en territorio germano. Por eso parece un secreto a voces la inquietud que anida entre las autoridades alemanas sobre la deriva autoritaria del Gobierno turco tras el Golpe de Estado fallido. Pero, en cualquier caso, ningún político alemán ha admitido esto públicamente. El socialdemócrata Sigmar Gabriel, vicecanciller germano y titular de Economía, ha reiterado, en una entrevista a la cadena pública ARD, la necesidad de "buscar cualquier vía de diálogo con Turquía", un "vecino difícil". Y apunta algo importante: no cree que el país sea miembro de pleno derecho en la Unión Europea en menos de 10 o 20 años. Pero, al señalar las razones, no es tan contundente y, aparte de citar la situación en Turquía, Sigmar Gabriel arguye que el club comunitario no está ahora mismo en condiciones de "admitir ni a un Estado pequeño". El líder socialdemócrata también ha criticado a sus socios de coalición, los conservadores, al señalar que no es suficiente con decir que se hará frente a la crisis de los refugiados; "hay que actuar". Dicho de otro modo, las declaraciones de intenciones, por sí solas, no aportan soluciones. Gabriel lanza estas críticas en un momento en el que la popularidad de la canciller Angela Merkel, líder conservadora, está en mínimos. Con respecto al manido acuerdo migratorio con Turquía, usado como chantaje por Erdogan para presionar (y evitar críticas) entre los líderes europeos, Sigmar Gabriel asegura que "no nos podemos dejar chantajear", aunque reconoce que "es difícil". Otro que se ha referido al pacto de los refugiados es Jean-Claude Juncker. El presidente de la Comisión Europea (CE) ha vuelto a defender el acuerdo, porque, según él, "habría sido insoportable continuar siendo testigos de cómo mueren decenas de miles de personas en el Egeo". Ergo, ¿estás diciéndonos que es la solución menos mala, señor Juncker? Porque, claro, una de las cláusulas del pacto, recordamos, es la exención de visados a ciudadanos turcos, una condición que Europa parece estar obligada a mantener, a pesar de los pesares, para no cabrear al 'sultán'. A este respecto, Juncker asegura: "Turquía se comprometió a cumplir un total de 72 condiciones y sólo cuando esto ocurra, podremos levantar el régimen de visados para los ciudadanos turcos". Esto es, depende de Erdogan, que ya ha amenazado con devolver refugiados si Europa no cumple (su desfachatez no tiene límites). Entre tanto, el presidente Erdogan se ha dado un histórico baño de masas (probablemente la mayor movilización de la historia del país) para exhibir ante una legión de seguidores la victoria de su Gobierno contra los golpistas. Allí, el presidente turco volvió a insistir: si el Parlamento se lo permite, volverá a aplicar la pena de muerte. Daniel Esparza