• Los accionistas minoritarios se unen en el avispero legal contra los administradores y propietarios de Abengoa.
  • Se agrupan a través de Aemec (la Asociación de Accionistas Minoritarios) para presentar querellas por daños y prejuicios.
  • Javier Cremades: "El enfermo se sometía a revisiones periódicas y parecía estable, pero tenía un cáncer terminal".
  • Los pequeños accionistas (unos 50.000 en total) se sienten estafados por la falta de información.
"Nadie nos avisó que Abengoa estaba a un metro del precipicio", se ha quejado este martes Javier Cremades, presidente de Aemec (Asociación Española de Accionistas Minoritarios), al anunciar las próximas querellas por lo civil, bajo su paraguas, contra la compañía andaluza y sus administradores. Es el primer paso en un caso en el que no excluyen la responsabilidad penal. Y es que en esa frase, contundente, se expresan toda la rabia, impotencia y argumentos legales de los accionistas minoritarios contra una empresa ya en el abismo (el concurso de acreedores es inevitable), sí, pero que les ha dado un susto de muerte de un día a otro, como quien dice, para el que no estaban ni preparados ni, sobre todo, informados. Es todo lo que se ha conocido en noviembre, tras la espantada de Gestamp, que supo de primera mano cuál era la realidad de la empresa y por eso se fue corriendo. Con todo, el mensaje de Abengoa desde noviembre de 2014 sugería lo contrario: que no pasada nada y que por muchos problemas que hubiera, ninguno tenía la suficiente consistencia como para dudar de la viabilidad y proyección. Léase: ni en la cuenta de resultados, ni en su proyección internacional o ingresos, ni el control de deuda, ni en el vencimiento de créditos y un largo etcétera. Quede claro que en Hispanidad, especialmente desde el verano, hemos informado de ello y no poco, a propósito de la incertidumbre por la ampliación de capital. Cremades, presidente también del despacho Cremades & Calvo-Sotelo, ha reunido a la prensa (en la imagen) para informar de esas demandas -que se acogen al artículo 124 de la Ley del Mercado de Valores y que se presentarán ante el juzgado de lo mercantil de Madrid- y ha pasado el micro a algunos de esos accionistas que representa y que se sienten "estafados" por la empresa de los Benjumea. El número de accionistas afectados, ha dicho, asciende a unos 50.000. El jubilado Cándido Sánchez, por ejemplo, ha dicho sentirse "miserablemente engañado". Otro accionista, ex trabajador de Abengoa -otro ejemplo-, ha puesto el dedo en la llaga al referirse al dividendo pagado en abril y el compromiso de que la rentabilidad seguiría en el 3%. "¿Era un mensaje tranquilizador o un elemento más del engaño?", se ha preguntado. En fin, el abogado ha aprovechado las circunstancias para repartir contra todos los implicados en la singular crisis de Abengoa -administradores, auditores y supervisores (CNMV)-, aunque las demandas apuntan específicamente contra la empresa, sus gestores y su accionista de control. Sobre ellos -en otras palabras, el Consejo de Administración y la familia Benjumea- ha descargado toda la artillería en la culpa de lo ocurrido: no sólo no han informado al accionista en tiempo y forma, sino que le han engañado haciéndoles creer que la empresa tenía unas posibilidades inexistentes. Abengoa está ahora en preconcurso de acreedores y nada hace pensar que no entrará así, con los mismos muebles, en concurso de acreedores. Hay cuatro meses para ello. De momento, los bancos acreedores, que son los que mejor saben cómo está la empresa, lo tienen claro. Lo único que quieren saber esos bancos, y para eso han contratado a KPMG, es cuánto les puede pagar Abengoa por lo que les debe -aceptando una quita- y punto. Vamos, que se niegan a capitalizar la deuda. Por no esperar, no esperan ni la llegada de socio industrial, tras la fuga de Gestamp, ni la entrada de fondos de inversión, que siempre esperan a los precios de saldo. El frente de los accionistas minoritarios, desde AEMEC, va por otro lado. Exigen la reparación de daños y perjuicios por lo suyo, por lo que han perdido de la noche a la mañana por la gestión engañosa de una empresa que no ha informado de sus riesgos. "Los mercados financieros -ha recordado Cremades- son mercados de información". Y si no hay protección para el accionista en ese sentido, estamos apañados. Y a eso se añade el problema que eso supone para España, que queda manchada, de nuevo, como una "zona sísmica financiera", cuando no han sido pocos los escándalos en los últimos tiempos: Bankia, sus preferentes, Gowex, Pescanova… y ahora Abengoa. ¿Quién será el siguiente? Las dudas no quedan ahí y se proyectan sobre la CNMV, de la que se echa de menos un pronunciamiento. Para Cremades, "el robo" no lo ha provocado el supervisor, pero tiene también su parte de culpa "por no haber alertado del riesgo tan alto que corrían los accionistas". Y también, como hay para todos, no se puede obviar el papel de los legisladores. ¿Razón? La incertidumbre que suscita el hecho, por ejemplo, de que la participación de control -en este caso la familia Benjumea- pueda entrar "en un proceso de alocamiento", sin que el accionista pueda hacer nada. El conflicto de intereses es claro. La demanda de AEMEC, dicho sea también, cuenta con el apoyo de las asociaciones EurofinUse y World Federation of Investors (WFI), que han exigido información a la CNMV y todavía no han obtenido respuesta, y seguirá el guión de las presentadas en Estados Unidos contra Abengoa. El número de inversores internacionales es muy elevado. Los argumentos que ha puesto sobre la mesa Cremades son claros: si hay un daño, debe repararse, porque han sido demasiadas personas las sorprendidas en su buena fe. Es el mismo argumento de los abogados americanos, expresado a modo de thriller: "El enfermo se sometía a revisiones periódicas y parecía que se mantenía estable. La cosa cambia, cuando de pronto te enteras que el enfermo padecía un cáncer terminal". Con esas palabras ha expresado Cremades su perplejidad. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com