El feminismo nació para fastidiar, Quizás por ello, la titular de Igualdad, Irene Montero, ha dicho que ya no va a abolir la prostitución y se ha pasado al equipo de quienes pretenden una prostitución femenina legal mientras se persigue al varón que acude a los servicios de prostitución. O sea que el lenocinio es bueno o malo dependiendo del sexo del usuario. Y a esto se le llama igualdad. 

Pero el actual sarampión de feminismo va mucho más allá, ha pasado de cachondeable a peligroso y de pitorreable a coñazo, toda vez que las feministas han perdido el sentido del ridículo… y los feministas lo mismo o más.

Todavía hay algo que la feminista odia más que al varón: a la mujer no-feminista

Veamos. Los clásicos hablaban de la mujer discreta, no porque pretendieran recluirla en el anonimato sino porque a la mujer, como el valor a los militares, se le sobrentendían una serie de virtudes como la inteligencia despierta, la austeridad, la capacidad de resistencia al dolor, la perseverancia y la lealtad. Sólo le basta para embridar una de las notas negativas de la feminidad: su tendencia a convertirse en el centro de atención de lo que le rodea, es entonces cuando pierde el sentido del ridículo y cae en la histeria… que es lo que les está ocurriendo a tantas mujeres de primera línea, ministras incluidas.

La cosa han llegado a un punto de necedad en que toda mujer tendrá que elegir entre ser feminista y ser femenina: Irene Montero no nos deja otra opción. Siempre se ha sospechado que feminismo acaba en lesbianismo pero, sin llegar a eso, debería preguntarnos por qué se ha generado una guerra de sexos como nunca se había dado, en ninguna etapa histórica.

Nada más distinto a un hombre que una mujer… afortunadamente

Más: hay algo que la feminista odia más que al varón: a la mujer no-feminista. El feminismo, con el poder del Estado, se ha convertido en un banderín de enganche. Pobre de aquella que se atreva a desertar.

Y todo ello montado sobre el curioso concepto de igualdad. Y aquí radica la gran mentira porque nada más distinto a un hombre que una mujer… afortunadamente para ambos. Y de poco me sirve que se refieran a una igualdad de derechos. Lo que buscan es una identificación imposible entre ambos sexos que, al final, termina en ideología de género: o intento de igualar dos cosas muy desiguales.