Lo cuenta Religión en libertad y lo cuenta muy bien. Lo más importante que ocurrió en 1.968 fue la Humane Vitae.

Hace ahora 50 años, un 25 de julio de 1968, el Papa Pablo VI firmaba la Humanae Vitae, la encíclica sobre la vida más famosa del último siglo.

De entrada, provocó arritmias entre la modernidad. Muchos progres cayeron en la cuenta -¡qué horror!- de que no se trataba de un Pontífice moderno, sino de un Papa negro, un peligroso reaccionario. No te puedes fiar de nadie.

​Respuesta de Pablo VI: no se trata de no tener hijos sin matar, sino de tener hijos por entrega

Porque la Humanae Vitae no sólo dice que el matrimonio no debe usar anticonceptivos, sino que, además, debía estar abierto a la vida. No se trataba de evitar el niño sin matarlo, sino tener niños. Y eso que en aquellos tiempos no habíamos llegado al actual mercado de fármacos, donde todos las anti-babies que se recetan son potencialmente abortivos.

Ahora bien, le costó muy cara a Pablo VI su osadía, porque el enemigo no estuvo delante, sino al lado y detrás. A Pablo VI le pusieron bola negra, no en el mundo, sino en el Vaticano. Muchas conferencias episcopales, dignatarios eclesiásticos y sesudos teólogos le dieron por el dos más dos son cinco. Un postura intermedia y dialogante, ente el dos más dos son seis y el dos más dos son cuatro. Hombre en la Iglesia no puede apoyar el aborto, pero sí el abortito. Santidad, no sea usted tan rígido.

Medio siglo de lucha por la vida

Le llegaron pocos apoyos, uno de ellos de un tal Karol Wojtyla, obispo Cracovia, para quien todo estaba planteándose mal. No se trataba de sí o no a la píldora (se trataba de no, por supuesto), sino de ir al origen de la cuestión, al amor y la “sumisión recíproca” entre los esposos, la donación mutua. De esa donación, no surge cuántos hijos admito tener, sino cuántos hijos quieres tener tú y, para un cristiano, cuantos hijos está dispuesto Dios a concedernos.

La Humanae Vitae es el sí se puede de la moral cristiana. Aunque cuando el enemigo este delante y detrás (¡Cómo ahora mismo!). Pablo VI no sometió la cuestión a votación. Le importaba más la opinión de Cristo que la opinión de la mayoría.