Pablo Casado ha asegurado este viernes que “hay un empate técnico” entre PSOE y PP y que una posible bajada de la participación resta fiabilidad a las encuestas. Lo segundo es cierto, pero no tanto lo primero si por empate técnico se entiende una diferencia mínima de escaños. Vayamos por partes.

Las tendencias mostradas por las últimas encuestas, tanto públicas como privadas, -como, por ejemplo, la encuesta del Periodic de Andorra- se pueden resumir así: el PSOE se mantiene o sube ligeramente; el PP aumenta, pero de manera insuficiente; Ciudadanos se desploma, Unidas Podemos baja pero muy poco y Vox sube hasta convertirse en la tercera fuerza.

Primera idea fuerza: las tres derechas (PP, Cs y Vox) se quedarían lejos de la mayoría absoluta (167 diputados) aun tomando la horquilla más optimista. En otras palabras, salvo descalabro del PSOE, Pablo Casado no tiene ninguna opción de gobernar. El bloque de izquierdas tampoco suma mayoría absoluta, pero le bastaría el apoyo de ERC para gobernar. Ahora bien, lo que quiere Sánchez es seguir en La Moncloa, no gracias a los separatistas, sino gracias al PP. Bastaría con que el partido de Casado se abstuviera en la investidura.

Las últimas encuestas lo confirman: el único pacto que rompería el bloqueo político sería PSOE-PP: progresismo de izquierdas con progresismo de derechas.

Todo se centra en la economía, la libertad para elegir una educación en español y las pensiones. Del aborto, la eutanasia y la ideología de género, ni una palabra

Vox es la gran incógnita, sobre todo después de las expectativas que se generaron en abril y que se concretaron en 24 diputados, pocos para lo que se esperaba de la formación que sorprendió en las elecciones andaluzas. Todos los sondeos le dan un crecimiento espectacular, hasta el punto de convertirse en la tercera fuerza, por delante de Unidas Podemos y de Ciudadanos.

Es lo que más inquieta a Pedro Sánchez, no porque su ascenso -el de Vox- ponga en peligro su permanencia en La Moncloa, sino porque Vox es el único partido que cuestiona el pensamiento único imperante que incluye, por ejemplo, la ideología de género, el aborto y la eutanasia, y su ascenso significa que cada vez hay más españoles que cuestionan eso mismo. Algo intolerable para el progresismo, sea de izquierdas o de derechas.

Tal vez por eso, Sánchez se ha mostrado más nervioso de lo habitual en las últimas horas. Este viernes, sin ir más lejos, ha asegurado que, tras el domingo, hablará con todos los partidos democráticos… menos con Vox.

A Pablo Casado tampoco le gusta. “Mi modelo de Gobierno es el pacto con Ciudadanos, no con Vox”, ha asegurado este viernes en una entrevista en La Razón. Efectivamente, el progresismo de derechas que encarna el PP no encaja con la defensa de la vida, de la familia, de la libertad de enseñanza y del bien común, desde el punto de vista cristiano.

Muy significativo resulta el apoyo de Eduardo Inda al PP en su artículo publicado este viernes en OK Diario bajo el título “Para echar a Sánchez hay que votar con la cabeza y no con las vísceras”. Todo se centra en la economía, la libertad para elegir una educación en español y las pensiones. Del aborto, la eutanasia y la ideología de género, ni una palabra.