El 1 de mayo es San José Obrero, pero a Comisiones y UGT, las dos centrales sindicales oficiales y artificiales, les sobra San José y se quedan con lo de obrero. La diferencia es que San José existe y los obreros han dejado de existir.

CCOO y UGT son dos sindicatos artificiales, porque defienden a alguien que ha dejado de existir. Pero ojo, lo hacen en defensa del propio sillón y sueldo.

Son los mayores enemigos de la regla de oro contra el paro: Despido libre, impuestos bajos, salarios dignos

También son sindicatos oficiales porque les ocurre algo parecido a las ONG: que les sobra la “n”. Una ONG que se precie vive del erario público, igual que CCOO y UGT. Esto es, las dos grandes centrales son entidades oficiales (viven del dinero público) y artificiales (si desaparecieran nadie les echaría de menos). Dicen defender a un obrero que ya no existe, pero todavía les queda mucho patrimonio y muchos burócratas a los que alimentar.

Constituyen el mejor ejemplo de aquella ley de Parkinson que aseguraba que la eficacia de un organismo público es inversamente proporcional al número de funcionarios que trabajan en él. Y ponía un ejemplo real: cuando el Reino Unido dominaba medio mundo, el Ministerio británico para la Colonias ocupaba una planta en un edificio londinense. Cuando el Reino Unido ya sólo retenía Gibraltar, las Malvinas y Hong Kong, el Ministerio de las colonias residía en un mastodóntico edificio con miles de burócratas responsables, por ejemplo, de gestionar las pensiones de los antiguos funcionarios del Imperio.

Unai Sordo y Josep Luis Álvarez protegen a los trabajadores de grandes empresas y algunos funcionarios: los que no necesitan protección

Pues lo mismo ocurre con CCOO y UGT. Sus dos secretarios generales, Josep María Álvarez y Unai Sordo actúan como dos políticos filántropos, cuando lo cierto es que constituyen los dos mayores productores de paro del país, que braman contra la receta que ha terminado con el desempleo en países como Estados Unidos: despido libre, impuestos laborales bajos y salarios dignos. Les defienden en el tercer punto, pero no en los otros dos. De esta forma, han conseguido representar a alguien: a unos pocos funcionarios y a las plantillas de las grandes empresas. Justo a los que necesitan menos protección.

Les debemos mucho.