Estimados/as todos/as, sin excepción:

Esta carta ha sido escrita cientos de veces con diversas redacciones formales y temáticas, unas mejores que otras, desde hace diecisiete años y, finalmente, sale así, aunque no tengo claro sea la mejor redacción, la más clara, sencilla, concreta y completa con las menos palabras posibles. Está escrita fundamentalmente con el corazón, porque le duele la suerte de todos en esta hora de nuestra historia, así que disculpadme.

El 6 de noviembre de 2001 dispuso la Providencia, con una intervención claramente extraordinaria, que ahora no detallo, que yo no me contara entre los asesinados por ETA. El recuerdo de esa fecha, con la promesa de que salvar la vida una vez más me llevó a hacerle a la Santísima Virgen, a los pies del río Tajo en Toledo, y la situación que vivimos en España desde hace algunos años, hoy amenazando con un grave e irreversible deterioro de nuestra convivencia en paz, me lleva a compartir con todos una pequeña parte de lo que he conocido directamente de nuestra reciente intrahistoria. Como decía el inolvidable maestro Julián Marías, cuyo magisterio, como el de otros brillantes intelectuales, añoro, la verdad tiene un carácter regenerador clarísimo. Y España necesita una auténtica y verdadera regeneración. Y así se lo dije a uno de los mejores, discretos y honrados servidores de España de la Guardia Civil, una de cuyas primeras misiones fue ir a Estoril a ver a D. Juan con un encargo muy concreto. Fue capaz de renunciar a un cheque en blanco ofrecido por prensa para ser fuente porque por encima de todo estaba España y el cumplimiento del deber. Y eso no se compra. Hoy descansa en paz.

Pues bien, meses antes de noviembre, en junio de 2001, circulaba con el coche por la calle de López de Hoyos y me tuve que parar, por atasco, justo al lado de una farola en la que estaba colocada una bicicleta bomba, cruelmente destinada al general Oreja, padre de dos compañeros del colegio. El coche delantero se movió y, a pesar de estar cambiando luz de semáforo, aproveché para girar a la derecha y salir de aquel lugar. Después pude comprobar, cronómetro en mano, que de no haber hecho ese movimiento a mí también me habría tocado de lleno. La policía tenía, desde semanas antes, información sobre la presencia de una colaboradora de ETA en el barrio pero eso no impidió el atentado. Un amigo mío, farmacéutico, fue la primera persona que auxilió al general y ya me dijo por teléfono que no creía que sobreviviera. Todo eso, y más, mucho más, me hizo pensar...

Recordé cuando alguien avisó a la policía de informantes de ETA en la facultad de derecho de la Universidad Autónoma y eso no impidió el siguiente atentado, a Tomás y Valiente, que, triste es decirlo, paró temporalmente el chaparrón de noticias diarias de corrupciones del PSOE.

Recordé como tuve la suerte de compartir años universitarios con amigos estupendos que teníamos en común sobre todo nuestra fe y la capilla de la Facultad de Geografía e Historia, que se había convertido en referencia aglutinadora. También con buenos y santos sacerdotes, entre ellos uno, el P. Julio Sáinz cmf, con el que trabajé en los momentos fundacionales de la emisora Radio María en España junto con muchos y buenos amigos y hermanos. No me extrañó nada la inquina y las ganas por cerrarla a toda costa, casi más que ninguna otra capilla de toda la Universidad Complutense. Por algo era…

Recordé que el coche con el que se atentó contra Aznar fue robado en el aparcamiento de la facultad de Geografía e Historia. Tampoco me extrañó. Sí, en la facultad donde tuvimos que soportar a un grupo de presuntos “estudiantes” denominado “Rebote” que cada vez que se producía un atentado colgaba un cartel de apología del terrorismo, al que, aún sin permiso de las autoridades académicas, le llegaba repentinamente la otoñal caída de la hoja.

Atentado contra Aznar que, por otro lado, yo esperaba se produjera (por ello también la medalla que sor Botella, tía de Ana, les regaló) en la medida que el entonces líder de la oposición fuera visto como una amenaza al mantenimiento de un plan en acto. Si, una situación planteada años atrás y que pocos conocen... Algo de eso vi, y así se lo escuché, con 13 años, al entonces diputado del PSOE Leopoldo Torres en el transcurso de una visita escolar al Congreso de los Diputados y, contrariamente a como él vaticinó, para oponerme no participé directamente en política ni fui diputado en el Congreso, pero sí estudié COU cuando Felipe González dijo en sede parlamentaria que lo estaba haciendo; y si algo he hecho para oponerme y si he seguido muy atentamente, y muy de cerca, todo el devenir de los acontecimientos y el desarrollo e implantación de un programa político y social en España que debía llevar a socavar la familia como célula básica de la sociedad, desvencijar la estructura del estado y la cohesión social hasta conseguir romper la unidad de España, por lo que se desvencijan las estructuras del Estado sin desmontarlo todavía (sistema jurídico-institucional, autonomías, Corona), se provoca la corrosión de las instituciones en la Sociedad (propiedad, familia y educación) y se aplica la psicocirugía social para la transformación lúdica de las mentalidades (ambientes, costumbres, cultura y civilización). Todo lo cual termina conduciendo hacia una sociedad disgregada y autogestionaria, sin Dios ni ley. Esto es, lo que estaba siendo el laboratorio político español cuyo proyecto el Papa Juan Pablo II bien conocía, seguía de cerca, y por ello pidió a varios destacados obispos españoles que debían oponerse con todas sus fuerzas. Pero claro, España no era la Polonia de Solidarnosc.

Por esto mismo el 11M fue preparado para acelerar todo. Solo hacía falta para ese empujón lo que el diccionario marítimo español llama zapatero aprovechando que la sabiduría, la santidad y la valentía necesarias para oponerse no son monedas corrientes, queridos compatriotas, y debemos recuperarlas y mostrarlas con humildad. Eso también lo recordé cuando hablé con un alto diplomático español, hoy en excedencia, destinado en Europa, que dijo sentirse frustrado y decepcionado con sus compatriotas pues no había encontrado el eco y la reacción esperada ante la información seria que compartía en la que hablaba entre otras cosas de pruebas del proyecto planteado para romper España. Ah, la censura, la impuesta… y la autoimpuesta.

Muchos recuerdos, muchos pensamientos, mucha intrahistoria, pero volvamos a las fechas previas al 6 de noviembre de 2001: Participaba, junto con otros jóvenes, en una iniciativa llamada Rosario vivo, por el fin del terrorismo y pude comprobar como la oración es todopoderosa. De hecho, sin alargarme mucho más, pude saber dónde ETA tenía un piso franco en Madrid y así lo comuniqué a la policía, aunque eso no impidió que aquel coche bomba estallara semanas después en el lugar, hora y minuto en el que yo debía estar y sin la intervención extraordinaria de la Providencia ni mi padre ni yo hubiéramos seguido viviendo, ni tampoco nadie de los que por allí estaba. Sentir con la onda expansiva la conciencia plenamente iluminada, sintiendo en la piel el odio diabólico, y rezar con intensidad para que no se salieran los terroristas con la suya fue todo uno. Y así fue. Fue tras esto, y con el asombro de los que se creen que, porque tienen poder y dinero, lo pueden controlar todo, que salieron las noticias sobre las cuentas opacas que, en paraísos fiscales, sostenían económicamente a ETA.

ETA no era más que un instrumento, y no el único, para ayudar a hacer progresar un plan perverso que busca la ruina moral y económica de España, de los españoles y romper la fraternidad entre todos que, a pesar de episodios desgraciados, se incoaba en España desde un 8 de mayo del año 589 y hadado pie a realizaciones maravillosas. Todos unidos. Como el románico rural. Y como tantos ejemplos.

En mis conversaciones previas y posteriores al programa “Católicos en la vida pública”, que tuve el honor de fundar y dirigir en Radio María, hablé de España y de más cosas con numerosas y destacadas personalidades de la vida pública, a las que aprecio por su generosidad y compromiso, pero eso no quita pensar que por parte de ellos, y por parte de todos, cada uno sabe su parte, algo no se ha hecho bien, algo se ha permitido que se haga mal durante mucho tiempo y, sobre todo, algo que debía haberse hecho no se ha hecho. Y, de todo ello, ahora estamos pagando las consecuencias. Muy serias. Y hay que rectificar.

En estos días, mi amiga la profesora Gloria Lago, presidente De Hablamos Español, nos recuerda que se acaba el plazo de recogida de firmas para una ILP de libertad lingüística donde se está animando a todos los españoles de bien a defender uno de los elementos claves para garantizar una convivencia adecuada entre españoles. Una iniciativa ciudadana ante una más de las variantes tristes y absurdas a las que hemos llegado en estos años de democracia y que está llamando, con un grito de estruendoso silencio informativo oficial, a dar un paso al frente, quitar máscaras y decir, si es necesario, el emperador está desnudo. Claro está, que, como la historia, aún no escrita, enseña sólo un alma de niño, porque confía en Dios, se atreve a rezar al lado de la habitación de un hospital por un Rey, escribirle algo con sencillez rogándole que lo haga y luchando porque un sacerdote le escuche en confesión, porque es bueno para él y porque es bueno para España. Como dijo hace años D. Juan, “Majestad: por España, todo por España”. Pues eso. Muchas gracias por vuestra paciencia, comprensión y compromiso. Espero mucho de vosotros, queridos compatriotas. No es la hora de los partidos. Es la hora de los españoles. De todos los españoles. Y un español más, se atreve a recordarlo.