Sr. Director: Cuenta San Juan en el capítulo 6 de su Evangelio que Jesús dijo que el que no comiera su carne y bebiera su sangre no tendría vida eterna. Algunos discípulos de Jesús pensaron que ya era demasiado, que era una doctrina excesiva y dice que le dejaron de seguir. Jesús podía haber explicado más las cosas, suavizar la afirmación, tender un puente; pero lejos de eso dirigiéndose a sus apóstoles, les dijo, "queréis marcharos vosotros también?". En la última cena les dijo tomando pan, "Esto es mi cuerpo", tomando el cáliz "Esta es mi sangre", "haced esto en memoria mía". Esto es lo que hay. Un no creyente de Japón preguntó que hacían los cristianos ante al sagrario, le explicaron que allí estaba Dios de un modo eminente, exclamó "¿y por qué no estáis todo el día allí, con Dios?". Qué pena esos sagrarios solos, abandonados, cerrados durante la mayor parte del día y toda la noche, con el suspiro de cuatro viejas; miento, no están solos porque miríadas de ángeles adoran y hacen compañía a Jesús. Que torpe, qué estúpido cuando pasé cerca de un sagrario y no te saludé. Esa es la mayor fuerza, la mayor esperanza, la presencia más silenciosa pero más poderosa de la tierra. Lluis Esquena