Sr. Director:

El presidente Putin lleva más tiempo tratando de promover la tasa de natalidad con más ayudas para las familias. En su discurso a la nación de mediados de enero, anunció un conjunto de planes para aumentar el nacimiento de niños en Rusia: más prestaciones para las parejas y madres jóvenes, ampliando el abanico de beneficiarios, ahora más bien centrado en las familias numerosas; asistencia social para los niños de entre tres y siete años de edad de familias de bajos ingresos; comidas escolares gratuitas en los primeros cuatro años de escuela. El objetivo inmediato es elevar la tasa de natalidad de 1,5 niños por mujer a 1,7 en los próximos cuatro años.  La población rusa desciende año tras año, aunque la tasa de 1,48 -superior a la de España, Italia o Grecia y Malta- supone un avance respecto de los 1,16 de 1999.

También en Francia se replantea el problema, agudizado por el clima de crispación ante el proyecto de reforma sobre jubilación y pensiones, aunque marcha en el grupo de cabeza europeo, con Suecia e Irlanda. Pero la tasa de natalidad de 1,88 en 2019 sigue sin alcanzar la exigible para el relevo generacional. Francia es el segundo país más poblado de la Unión Europea, detrás de Alemania. Pero en los últimos años bajan los nacimientos -753.000 en 2019-, con una ligera desaceleración del 0,7% respecto del año anterior. Y el Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED) confirma que la inmigración no resuelve el problema: sólo eleva la tasa de fecundidad nacional en 0,1 hijos. De otra parte, se prevé un mayor peso de los fallecimientos, porque llegan a la edad crítica los babybommers, que hará negativo el saldo natural.

La situación del país vecino es mucho mejor que la de otros países europeos, como Rumanía, Italia o España, con políticas familiares demasiado raquíticas para la magnitud de la situación. Sin duda, las ayudas económicas, la conciliación familia-trabajo, los beneficios fiscales y, sobre todo, laborales, pueden ayudar. Pero forzoso es reconocer que difícilmente esas políticas conseguirán superar el empobrecimiento derivado de años de cultura anti-familia y anti-vida, que paradójicamente continúa siendo promovida desde diversos comités y agencias de la ONU.