Sr. Director:

Se habla mucho de la influencia de Europa en todo el mundo en el plano político, en la economía y más especialmente ahora en la expansión de la técnica que ha cambiado el panorama de la vida en tantos países de los cinco continentes.

En cambio, se habla poco de los miles y miles de hombres y de mujeres –sacerdotes y laicos, religiosos y profesionales, familias y solteros- de casi todas las naciones europeas que han anunciado a Jesucristo en casi todos los países del mundo; y han dado su vida sembrando la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y han enseñado los Sacramentos y los Mandamientos de una vida cristiana, a millones y millones de familias.

Y se habla todavía menos de esas raíces, y no se reconoce que con la herencia griega y romana sin la Fe y la Moral de Cristo, que iluminó la inteligencia de romanos, eslavos, godos, sajones y demás pueblos germanos etc.; y la sangre y el testimonio de los cristianos, jamás se hubiera construido Europa.

Con el silencio sobre sus raíces cristianas, la Constitución de la Unión Europea pretendió, seguramente, desvincularse de esas raíces, y ha descubierto el aborto, el “matrimonio” homosexual, la eutanasia, el suicidio, el debacle de la familia, el desprecio del hombre. Y ha descubierto también el vacío de vivir sin Dios al olvidar y retirar del horizonte de su pensamiento, a Jesucristo, Hijo de Dios, Dios y hombre verdadero.