Sr. Director:

En Argentina acaba de ganarse la última batalla por ahora en defensa del derecho a la vida del ser humano en gestación. Matar a los hijos sin motivo alguno en sus 14 primeras semanas de vida no será un derecho. Aunque, como vender el «derecho» a matar no queda bonito, los abortistas han alegado, además de la consabida libertad de la mujer sobre su cuerpo (pero el hijo no es algo, sino «alguien» que se desarrolla en su cuerpo), el posible riesgo sanitario de la mujer que aborta ilegalmente; que es como pretender legalizar un delito, para poder evitar los riesgos que corre el delincuente. Y para conseguir su frustrado objetivo no han escatimado en nada: ni en reclamar la intervención de artistas y famosos extranjeros (¡tan moralizantes siempre!), ni en las burdas manipulaciones estadísticas, que es práctica habitual desde los inicios históricos del proabortismo. Ahora es fácil prever que todo el progresismo lanzará sus iras contra Argentina. Pero Argentina puede estar orgullosa de haber representado la voz de los sin voz. Pese a tantas mentiras, se salvarán muchas vidas y su sociedad no padecerá la degradación de ver normal que una mujer ejecute el «derecho» de matar a los hijos que concibe. Ha sido el triunfo de la vida de los más indefensos; de David sobre Goliat. Y de la esperanza de la maternidad sobre la muerte.