Sr. Director:

Parece que todos estamos de acuerdo en que el hombre quiere ser feliz. Es algo que todos buscamos. Pero además nos gustaría estar alegres. ¿Ah, pero no es lo mismo? La única felicidad auténtica y consistente es la del cielo. Y aquí en la tierra somos más o menos felices en la medida en que estamos en el buen camino. Y puede haber quien esté ciertamente descaminado, sin una idea clara de qué sea la felicidad, pero que tenga momentos de alegría. Incluso puede ocurrir que haya quien esté en el camino de la felicidad, con la paz que eso aporta, y que tenga tristezas que le producen desgracias familiares, problemas económicos serios, etc.

“Todos deseamos ser felices en la vida y vamos buscando alegría”. Así empieza un amable y sugerente librito, de Maurizio Mirilli, párroco de Roma, con un sugerente título: “Una pizca de alegría… siempre que sea honda”. El autor habla mucho de alegrías: una sorpresa, un acontecimiento inesperado… Y nos trae los sucesos del evangelio de San Lucas, donde Jesucristo se hace presente.

Por ejemplo, el encuentro con Mateo, pecador por publicano. Hay una gran alegría porque hay un cambio. Mateo se encuentra con Cristo y decide cambiar de vida y, feliz por el acontecimiento, quiere hacer partícipes a sus amigos. Cuando Jesús cura al paralitico, contra toda expectativa Jesús le dice: “Tus pecados son perdonados”. Sin duda una alegría mucho más grande que la producida por la salud corporal. De esta manera, con estos relatos, el autor nos recuerda que uno de los modos de llegar a una alegría consistente, que se parece a la felicidad, es cambiando de vida.