Sr. Director:

El actual inquilino de la Moncloa llegó al poder con todos los tics del populismo nacido en España de forma oficial el 15 de marzo, cuando los indignados se hicieron fuertes en Puerta de Sol, que hasta entonces solo se ocupaba por los miles de personas que celebran la salida de un nuevo viejo y la entrada de otro nuevo. 

Allí con permiso del entonces ministro del interior, Pérez Rubalcaba, prepararon su particular asalto a la Bastilla y al Palacio de invierno, en un ambiente asambleario contra todos y contra todo; se fueron perfilando los mimbres del cesto populista que cuestionaba todo el sistema político nacido de aquella maravilla que era, según vociferaban los expertos, la ejemplar transición de España a la Democracia. Gritaban contra la casta política que no les representaba; todo lo que se significaba: legalidad, democracia formal y burguesa era cuestionado y rechazado como soflamas incendiarias.

Algunos pensaban que España necesitaba una especial primavera árabe como la de Egipto o Libia. La Constitución del 78 era una antigualla que había que liquidar. En este contexto surgió Pedro Sánchez un perdedor en las elecciones democráticas a las que se presentó y que llegó al poder hace apenas meses con una moción de censura apoyada por todos los enemigos de España, populistas, independentistas, antisistema, y nacionalistas y que nos esperaba que triunfase según confesiones de un ministro que entonces tenía menos credibilidad que ahora (…).

Antes, toda la oposición política de Sánchez, irrelevante por los escaños, se centró en cuestionar la legitimidad del presidente Rajoy a quien insultó y descalificó con todos los tópicos del populismo más sectario y con el pretexto de la corrupción. Antes de llegar a la Moncloa, la oposición de Sánchez no se diferenciaba en casi nada de la de Pablo Iglesias o de la Echenique o de las los mismos tics anticapitalistas y centrados en la corrupción que no fue sino una simple excusa para cuestionar la legitimidad y la democracia. El tópico de gobierno corrupto ya le ha llegado al actual inquilino de la Moncloa.

Cuando son bastantes los políticos en activo cuyos presuntos títulos académicos plantean más que serias dudas y no dan ninguna explicación sobre los mismos, los mismos que los tienen falseados se han cebado en Pablo Casado. En la actualidad, al no gozar de una mayoría parlamentaria que le permita llevar a cabo medidas de gobierno sólidas, para el bien común, con el diálogo y el consenso, P. Sánchez necesita de la aprobación de los antisistema populistas, independentistas y separatistas, por eso recurre a tomar medidas emocionales y populistas, basadas en la imposición del Real Decreto. Incluso critica a una Nación Soberana Argentina en la porque sus senadores han votado algo tan elemental como el derecho a la vida de los inocentes. Con el mismo ardor guerrero con el que criticaba a Rajoy por su relación política con la terrible Ángela Merkel, él la recibe postrado a sus pies. Hace lo mismo que el PP cuando lo acusaba como los populistas de partidocracia, pero en Sánchez la partidocracia llega hasta la misma mansión de la Moncloa.