Sr. Director: Gracias a la confesión de una mujer que se presentó en una comisaría diciendo ser la autora de la muerte de un hombre y manifestando el extraño lugar donde había guardado su cadáver, pudo encontrarse éste dentro del congelador de una heladería en Sevilla. Tan macabro hallazgo generó no poca expectación, pues nada había trascendido tras quedar la confesa detenida: ni se conocían posibles relaciones entre el finado y la mujer, ni detalle alguno que pudiera iluminar de algún modo el caso. Y como nada se sabía, no hubo declaraciones de nadie ni reacciones institucionales, ni condenas ni repulsas enérgicas contra esta muerte; lo cual es muy lógico, porque lo contrario significaría presumir conductas muy graves sobre unos hechos de los que apenas disponíamos de datos para opinar. Sin embargo, ahora ha trascendido que al parecer el hombre fue a quejarse del acoso sexual que estaba padeciendo su esposa por parte de la supuesta autora de los hechos, y ésta presuntamente lo mató asestándole un golpe en la cabeza con el palo de una sombrilla. De ser cierto, esto provocaría no pocas reflexiones políticamente incorrectas... ¿Cabe imaginar qué habría sucedido si invirtiéramos  los géneros de los implicados en este asunto? ¿A cuántas contundentes declaraciones y condenas habríamos asistido si el cadáver congelado hubiera sido de una mujer, y el hombre el confeso autor del crimen? ¿Se habrían cubierto los hechos con el velo de silente prudencia -como ha sucedido en este caso- hasta conocer algo más las circunstancias? Y una vez conocidas éstas, si se califica como crimen machista el de todo hombre que mata a una mujer por cuestiones de celos, ¿podríamos concluir que en este caso estamos ante un crimen feminista? Miguel Ángel Loma Pérez