Sr. Director: 1.- Nuevos horarios de apertura del templo. Han de tender  a ser muy amplios. Lo ideal sería abrir de siete de la mañana a diez de la noche. Por supuesto, sin cerrar a mediodía, momento en el que la mayor parte de profesionales pueden sacar un rato para acercarse a la iglesia. Se trata de cambiar la realidad de que se abre sólo cuando hay cultos por la de que casi siempre es posible ir a rezar a la iglesia, pues está abierta y suele haber silencio. La piedra de toque estará en la capacidad de los sacerdotes para pedir ayuda a los fieles. Para encontrar personas de entre ellos con capacidad para organizar a los otros, para delegar y crear un "servicio de orden" que esté al tanto de posibles incidencias. Son muchos los fieles jubilados que podrían cubrir estos turnos de "vigilancia" y atención. 2.- Asegurar el lugar central y destacado del Sagrario en la iglesia. Nada de altares laterales o capillas recónditas. Debe de ser muy gráfico que es el punto central del templo. Incluso para quienes entren sin saber en dónde están entrando (recuérdese la conversión de André Frossard). También habría que organizar cuanto antes unos turnos de vela al Santísimo, siendo lo deseable la iniciativa de la Adoración Eucarística Perpetua, atendida por los fieles de la parroquia. Se puede comenzar por horarios más reducidos y luego irlos ampliando. También aquí es básica la petición de ayuda a la gente, clara y reiterada, hasta lograr un núcleo suficiente que, sin duda, será la base de la feligresía y que a través de esta actividad –en su organización y desarrollo- encontrarán maneras de relacionarse personalmente y con los sacerdotes, creando una verdadera comunidad parroquial (La Eucaristía y la unidad). 3.- En la predicación (sobre todo en las homilías dominicales) convendría tener muy en cuenta los siguientes criterios:
  1. a) Explicar el Catecismo a lo largo de cada año. Todo el catecismo: Credo, Mandamientos, Sacramentos y Oración. Lo que exige un plan detallado y su cumplimiento riguroso.
Como ejemplos: ¿desde cuándo no se ha mencionado en las homilías a las benditas ánimas del purgatorio?; ¿desde cuándo no se han recordado con precisión los mandamientos de la Iglesia relativos al ayuno y a la abstinencia?; ¿cómo se muestra que la fe es razonable y que no hay conflictos entre ciencia y fe?; ¿se explica cómo hacer apostolado?, etc., etc.
  1. b) Animar siempre a la oración personal de los fieles. La "oración del corazón". La oración vocal y la mental. Estar en la presencia de Dios, especialmente ante el Santísimo Sacramento.
  2. c) Citar y recomendar libros de interés para la formación y la vida espiritual. Se publican por centenares, año a año. Y no se ven apenas en las manos de los fieles. Urgentemente hay que poner una biblioteca de estos libros nuevos o usados, puestos ahí por los mismos fieles, en un lugar apropiado del templo e insistir en su uso. Para ello también sería conveniente adecuar la iluminación del templo a estas nuevas exigencias (ahora sólo hay luz suficiente en las ceremonias).
4.- El plan pastoral debería contemplar dos objetivos primordiales:
  1. a) Lograr que todos guardemos siempre silencio en el interior de la iglesia. Silencio y comportamiento adecuado, pero básicamente silencio. Es un reto de primera magnitud si se tiene en cuenta la situación actual.
  2. b) Poner los medios necesarios para que, en un plazo razonable, cuantos asisten a Misa y reciben la Comunión, deseen permanecer y de hecho permanezcan diez o quince minutos en oración personal, una vez finalizada la celebración. Igualmente se trata de un esfuerzo titánico, dada la situación presente.
En ambos objetivos no cabe duda de que el buen ejemplo de los sacerdotes sería de gran eficacia. 5.- Junto a lo anterior es básico también darle la vuelta al modo en el que hoy se atiende a los fieles que desean recibir el Sacramento de la Penitencia. Podría decirse que, cuando superan la natural batalla contra sí mismos y deciden acudir a la Confesión sacramental, los fieles aún habrán de librar una más difícil pelea contra las circunstancias: apenas hay horarios establecidos de atención en el confesionario; cuando los hay, se alteran por cualquier motivo; si se desea confesar con un determinado sacerdote, es casi imposible saber cuándo estará disponible para ello… ¿No podría establecerse un horario de permanencia en el confesionario de cada sacerdote y hacerlo público en el tablón de anuncios parroquial? Como es lógico, entre las prioridades del párroco debieran estar el que ese tiempo sea el mayor posible y la supervisión de su cumplimiento por parte de cada sacerdote. Gonzalo Elvira Sanz