Sr. Director:

Iniciaba un periodista sevillano un reciente artículo de contenido político afirmando taxativamente este principio: «Las ideas son respetables. Todas»... Una aseveración que no cabe suscribir de modo absoluto pues -al menos desde el concepto de ideas aplicado a la política, como era en este caso- se trata de un error, que no por más repetido se vuelve más veraz. ¿Estamos seguros de que todas las ideas son dignas de respeto...? Evidentemente no. Porque si algo vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida es que, al igual que sucede con las personas, hay ideas buenas, muy buenas e incluso óptimas; otras que son ni fu ni fa, y también las hay malas, malísimas y hasta pésimas, por no decir claramente inhumanas y delictivas. 

Basta con acordarnos del capítulo aún calentito de las andanzas del «poeta» político Pablo Hasèl y sus brillantes ideas rapeadas sobre la necesidad de darle matarile a todos los que no le gustan, para ahorrarnos mayores explicaciones sobre la respetabilidad universal de las ideas. Ni aun quedándose en un íntimo «plano ideal» y sin ser comunicadas a nadie, estaríamos en su caso ante unas ideas dignas de respeto. Y lo mismo sucede con otros y otras, intelectuales e intelectualas. Cosa diferente es defender el principio de que todas las personas son respetables con independencia de sus ideas; pero tampoco esto cabe asegurarlo de modo absoluto, porque (y me sigo remitiendo al rapero de marras, para evitar innecesarias disquisiciones) la respetabilidad se puede perder cuando se hace gala de esgrimir determinadas ideas.

Y además, aceptar que todas las ideas son respetables, implicaría que no existe ni la verdad ni la mentira, ni el bien ni el mal, ni lo justo ni lo injusto, ni lo bello ni lo feo... O lo que es lo mismo: que todas las ideas son relativas, porque todo es relativo. Pero en ese caso, el mismo (nulo) valor tendría la afirmación de que todas las ideas son respetables, como su contraria, de que ningunas lo son. Aunque, obviamente, esta segunda suene más políticamente incorrecta que la primera.