Sr. Director: Es cierto que traer hijos al mundo es una decisión personal y familiar íntima, que se resiste a la injerencia del Estado. No por eso dejan de promoverse normas de signo diverso que entorpecen o favorecen la natalidad, sin quitar responsabilidad a los padres, salvo el caso extremo de naciones con regímenes totalitarios, como China, con la desastrosa política del hijo único, ahora derogada: pero ha hecho tanto daño cultural y social que la derogación de la ley no basta para recuperar los nacimientos. Durante los primeros días de enero, en Francia se renovaron las críticas a la política familiar de François Hollande, como si fuera responsable del paso atrás. Y no se excluyen a Emmanuel Macron, quien parece continuista en este punto; quizá le hagan mella las opiniones de los demógrafos, y adopte otra postura, dentro de su conocida capacidad de síntesis de contrarios. No está de más recordar algunos datos, aunque son bastante conocidos. Muestran la conexión entre desempleo, política familiar y nacimientos, y justifican la adopción de medidas políticas que traten de superar un declive humano que no dejará de tener consecuencias en la vida social y, no digamos, en la financiación de las pensiones. Jesús Martínez