Sr. Director:

Pedro Sánchez está dispuesto a ser, como sea, un presidente distinto y distante de todos los anteriores, incluido Zapatero, a quien mira de reojo como posible modelo, pero tiene con él también profundas y sustanciales diferencias democráticas. Zapatero gobernó porque ganó dos veces las elecciones sin mayoría absoluta, pero suficiente para gobernar con pactos con nacionalistas.

Pedro Sánchez por no ser no es ni diputado de su partido. Nadie como él ha tenido peores resultados; cuando se ha presentado como candidato ha tenido un rechazo grande en los urnas, siendo quien peores resultados ha obtenido en los comicios de 2015 y 2016, lo que hubiera sido suficiente en condiciones normales para haber presentado la dimisión. Ha sido apoyado para lograr su gran ambición -ser el titular de la Moncloa como fuera y con quien fuera- por unos amigos políticos que lo han llevado al poder y sólo tenían en común, como él, una gran ambición -echar a Rajoy como fuera-, fin en el que coincidían con Albert Rivera, el gran muñidor de la moción instrumental para echar Rajoy, desde hace años. Quien mejor mostró lo que pretendían los enemigos de Rajoy lo escribió Cañamero en su camiseta que paseo con total desfachatez por el congreso eufórico y triunfal.

Teniendo en cuenta la procedencia de los que lo han llevado al poder; Podemos y sus divergencias con sus 71 diputados, la plural IU y otros como En Común, Compromís: algunos con claras admiraciones totalitarias y chavistas. Además de los diputados de ERC y los de la antigua Convergencia, que protagonizaron el golpe de estado en Cataluña, lo que obligó a Rajoy a aplicar el artículo 155 para disolver el parlamento catalán, césar el gobierno y convocar elecciones. A los que hay que añadir los diputados de ETA (EH-Bildu); sumando los votos del PNV. Estos son los mimbres con los que Sánchez pretende después formar un gobierno de color netamente socialista, que va a traer miedo, ansiedad, e inestabilidad política y económica agobiante. Sánchez se va a agarrar a los que llamaba presupuestos injustos, reaccionarios y durísimos, lesivos para los parados y clases humildes, los presupuestos que Rajoy sacó adelante con los votos traidores del PNV, porque no quiere negociar otros con Pablo Iglesias, que lo ha llevado al poder. Es que Sánchez debe legitimar su acceso al poder, en lo que nunca pensó tal como llegó. Nadie ignora que la moción de censura que le ha llevado al poder es constitucional. Pero Sánchez tiene una tara original que debe sanar lo antes posible: ganar el puesto de presidente del Gobierno de España en unas elecciones libres, como han hecho todos los que le han precedido.

De lo que parece estar seguro Pedro Sánchez es de su confeso laicismo negativo y su sospecha anti Iglesia Católica, a la que siempre ha menospreciado, pese a su labor e intensa aportación a los ciudadanos  en campos como el asistencial, el educativo y jurídico-religiosa. Para que no quede ninguna duda ha roto una tradición respetada por todos los anteriores presidentes -la de jurar o prometer guardar la Constitución en presencia de símbolos como la Biblia y el Crucifijo-. Hay que dudar mucho de un presidente que confunden estado aconfesional con el laicismo excluyente, lo que va contra lo que regula la Constitución, que exige a los poderes públicos respetar el derecho a vida y la integridad física de todos incluido el nasciturus. El derecho fundamental de los padres a que se les garantice que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. En España. ninguna confesión religiosa tiene el carácter de estatal, pero la historia real de la España real no se puede comprender sin los símbolos religiosos que han configurado su historia: la Biblia y el Crucifijo, por eso los poderes públicos mantendrán relaciones de cooperación con la Iglesia Católica (según expresa la Constitución). Todo la literatura, música, pintura, escultura (…) que nos distingue y nos hace grandes y diferentes hunde sus raíces en la Biblia y en la Cruz.