Sr. Director:

La maquinaria publicitaria demócrata se empleó a fondo para decirle a la nación americana lo buen católico que es Joe Biden, su candidato. Se destaca su gran fe, la importancia que la fe tiene en la vida del exvicepresidente, no se hace ningún reparo en que una persona de fe guíe la nación, sino por el contrario, afirma que es bueno tener una persona religiosa en un cargo de tal magnitud. Esto manifiesta que en la sociedad americana esto tiene importancia.

Pero cuando surge la jueza Barret hay que pasarse al otro lado: esto es una exageración, tener siete hijos, dos adoptados de raza negra, colonizadores blancos por adoptar niños haitianos, han llegado a decir, una radical, ultra. Es decir, uno puede decir que es católico, pero cuando surge una mujer católica de verdad entonces es calificada de extremista y ultracatólica; ya es un peligro.

La prensa demócrata tiene ahora un problema: si para impedir la ratificación de la jueza la emprenden ahora contra su práctica religiosa, revelarán que sus elogios a la fe de Biden no pasan de mera estrategia publicitaria. Y eso puede ser muy perjudicial para la campaña.

Lo gracioso es que en nuestro país tenemos más de lo mismo. Los ataques a Vox en gran medida tienen que ver con sus convicciones religiosas. Que sean antiabortistas, anti-eutanasia, defensores de la familia, son cosas que les llevan a los extremistas de izquierda a demonizarles. Son auténticos monstruos. Y es el motivo por el que los parlamentarios de Podemos han llegado a decir que el Rey supone un voto más a favor de Vox, porque entienden que el monarca es católico coherente, y eso les molesta.

Ser católico de verdad resulta molesto para muchas personas, y por eso también es verdad que en cuanto aparecen en la esfera pública personas que no tienen inconveniente es sentirse católicas, se remueven muchas conductas un tanto dormidas.