Sr. Director:

Llevamos demasiados meses con el protagonismo de la pederastia y es posible que, dada la insistencia y el machaconeo de los medios, se esté produciendo también un efecto de desaliento, de desmoralización en ciertas filas.

Incluso se está creando un irrespirable ambiente adverso, en determinados sectores sociales, que utilizan este argumento contra la Iglesia y los sacerdotes. No debemos olvidar que una de las características de esta sociedad líquida es que no reconoce matices, que solo vive de imágenes mentales arraigadas en los imaginarios personales y sociales.

Por lo tanto, tenemos una magnífica oportunidad de volver a lo esencial, de pensar en las formas y en las articulaciones de la presencia cristiana, en lo que une al pueblo de Dios, en lo que alimenta la esperanza y despierta la ilusión de la pertenencia.

Tenemos una magnífica oportunidad para una gran acción pública cuyo eje sea la santidad de vida.

Sería un momento oportuno, más allá de campañas publicitarias, para una misión de la en salida, misionera, que muestre su rostro más vital, más allá de variables estadísticas, en el gesto, en el relato, en el testimonio de vida, que es, al fin y al cabo, lo que, desde los primeros siglos, ha hecho fecundo el Evangelio.